Arq Geraldo Fernández
El autor es especialista en urbanismo y territorio
Entre la vieja avenida y la falda de la loma existe una barriada singular, por mucho tiempo fue el limite entre lo urbano y lo rural, ese espacio de transición detenido en el espacio-tiempo, un portal dimensional, el final de la ciudad asfaltada.
Después
de nuestra familia andar media ciudad en viviendas de alquiler nos mudamos
desde la vieja casita de madera frente a la Casa de Oración para "allá
arriba" decía la gente del pueblo señalando la loma, Carmela y Conrado no
podían creerlo, ¿Y ustedes se van pal' Guayo? ¡Po' son locos!...
Desde
el primer viaje al solar a bordo del motor DT que tenía papá nos dimos cuenta
de la razón del nombre tan peculiar, desde Venagro hasta el infinito, desde
Radio Nagua hasta el más allá, un solo hoyo era ese trayecto a lo que sería
nuestro hogar.
Ni
aceras ni contenes, calles agujereadas como un "Guayo", casitas de
madera dispuestas de graciosa manera intercaladas con solares y algunos conucos persistentes adornaban al
trayecto a los terrenos de "Mon Julia", un cacaotal que el
insigne personaje había decidido vender por partes y donde papá había comprado
por recomendación de su empleado el albañil Ángel Medrano o Ángel
"Borbón" como le decían en las obras.
Nos
mudamos en Agosto de 1990 y pronto descubrimos que los motoconchos del parque
no querían pasar de Radio Nagua por los hoyos y por lo solitario, nos
acostumbramos al cantar de las ranas y de los gallos, a cada rato había un
"juidero" porque habían matado una culebra...una vida rural.
Hicimos
amigos pronto y comenzaron las excursiones improvisadas al Charco e' Totoño,
los Cacaos de Mon, la finca Cabral o para la Capitalita cruzando por el tronco
horizontal que hacía de puente sobre el "riito e' Chila", al molino,
a la escuelita de Los Cacaitos, al play detrás de Angito o para Caya Clara con
Bautista...una niñez de leyenda.
En
las noches hacíamos veladas en la coquera del "piciego", o cuentos de
terror evocando la "caja e" muerto" que aparecía en Venagro
después de media noche, "la bruja del suceso" o el "callejón del
demoledor", el pañuelo, la placa, vitilla, pelota, basket, guerra de
fundas de agua con los archienemigos del barrio Libertad o peleas de karate en
la "yerbita e' Margó", hacer
gofio donde Chevito o simplemente mucho parlotear en la esquina de "los
chaquichanes" constituían nuestro catálogo de diversiones.
A
casi 30 años el Guayo ya reconocido (a fuerza de mucho pleito) como Barrio
Quisqueyano ha cambiado, ya es un barrio suburbano, pericentral y
paradójicamente uno de los sectores preferidos para vivir, seguimos los mismos
vecinos, los mayores se regocijan al ver que nuestra generación criada en ese
ambiente sano y natural mantiene sus mismos vínculos afectivos y el amor a
nuestro entorno, por todo esto y por mucho mas yo al igual que todos me siento
orgullosisimo de haber crecido en esa aldea fraternal ubicada estratégicamente
entre lo urbano y lo rural...nuestro viejo Guayo...
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