Por Manuel Antonio Vega
La vida en sociedad está llena de sorpresas, pero que
permiten describir los grados de creatividad en los mortales.
El periodismo se ha cualquerizado tanto que rápidamente se puede interpretar como los camaleones logran cambiar de color tan rápido cambie el partido que arribe al poder.
Es como si reordenaran los cristales dentro de las
células especiales de su cerebro.
Los camaleones del periodismo se mudan prontamente sin
ningún escrúpulo y cambian de pensar tan veloz como el rayo que se ve desde un
balcón o ventana de tu casa.
Mutan por dinero, evolucionan por intereses
pecuniarios personales, sin importarle la sociedad, ni lo que pueda ocurrirles
a sus habitantes.
Ese amor y ahínco por el bien común desapareció del
otrora y valeroso periodismo. Se reinventan para sobrevivir a expensa de la
corrupción de la muleta oficial y municipal en cada ciudad.
Realmente no sé cómo logran pasar sin rubor de un
gobierno a otro, cobrando, olvidando lo ético y cayendo en el cuestionamiento
popular.
Parece ser que inventaron algo completamente nuevo en
la evolución del periodismo, que lo inhala al descrédito. Brincan tablitas y
cambian de ideas a la velocidad del rayo.
Los pigmentos del periodismo reflejan luz en dos
vertientes, una que se especializa en cambiar de colores y otra que lo reduce
al ridículo y la desfachatez profesional. Son verdaderos eruditos de la
inventiva y la simulación.
Los camaleones del periodismo, a veces, actúan con
pravedad, incluso en perjuicio de colegas, que laboran dentro del marco de la
profesionalidad y los principios éticos.
Son tan audaz que a veces poseen la habilidad de
controlar la temperatura profesional de los demás. Sus pensamientos
camaleónicos, hacen, en ocasiones, voltear las opiniones de los demás.
Son una plaga que se mueve de un lugar a otro, como
verdaderas lagartijas, modificando los espacios de opinión y estrangulando el
periodismo sano, responsable y ético.
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