Por Juan Ortiz
“La novela del mundo profesional del crimen”, con esa frase definió Raymond Chandler a la novela negra en el ensayo El simple arte de matar (1950). Muchos la consideran una variación del relato policial “clásico” o británico. Para otros, solo es un “sinónimo” creado para identificar a la literatura protagonizada por detectives o investigadores en donde se debe resolverse un asesinato.
No siempre ha
sido bien recibida por la crítica o por los lectores “cultos” desde su
aparición durante la tercera década del siglo XX. Aunque otros historiadores
señalan el origen de este subgénero en 1841, con la publicación de Los crímenes
de la Calle Morgue de Edgar Allan Poe. En cualquier caso, la novela negra
siempre ha registrado excelentes números en ventas.
Antes y después de Black Mask
Quienes valoran
a la novela negra como un género diferenciado de las narraciones detectivescas
británicas, apuntan al año 1920 como su punto de partida. Gracias a la
fundación de la revista Black Mask en Estados Unidos. Se trató de una
publicación pulp en llena de relatos de diversos estilos y temáticas, ideal
para los escritores emergentes de relatos detectivescos.
¿El mismo género? Diferencias entre
novela negra y policial
Nombres como
Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, ayudaron a darle forma a la novela negra
(sin importar si son catalogados o no como autores de este estilo). En este
sentido (sin un orden jerárquico) a continuación se describen algunos aspectos
diferenciadores entre ambos grupos. Factores citados frecuentemente para avalar
las posturas “separatistas”.
Ambientación
En la gran
mayoría de los casos, las novelas británicas tienen como escenario entornos
burgueses y aristocráticos. En contextos donde la nobleza tiene un peso
específico dentro de muchas de estas tramas. Por el contrario, en las historias
noir la acción transcurre dentro de ambientes marginados.
Locaciones
Los autores
estadounidenses capaces de romper con el estilo clásico ofrecieron
descripciones híper realistas. Es posible conocer en detalle algunos barrios de
Los Ángeles o Nueva York al leer estas narraciones. Incluso, pueden aportar
información poco conocida en otros lugares de la misma ciudad. A diferencia de
los argumentos británicos, en donde las locaciones reales son un simple
decorado.
Si bien puede
tener alguna importancia específica en determinados momentos, por lo general es
meramente circunstancial. Por ejemplo: Muerte en el Nilo, de Agatha Christie.
Personajes
En la novela
negra las fronteras entre el bien y el mal son muy difusas, casi inexistentes.
Los protagonistas (investigadores que no necesariamente son detectives de
oficio) transgreden las normas para resolver el caso y sin dejar de lado su
beneficio personal.
Asimismo, los
antagonistas pueden mostrarse nobles y bondadosos. Entonces, el aspecto moral
queda totalmente a merced del juicio del lector. Cada quien decide —y justifica
subjetivamente— cómo percibe a los individuos del relato. En cambio, los
personajes ingleses se dividen
indefectiblemente entre “buenos y malos”, sin ambigüedades.
Una crítica social
La novela negra
surge en días de post guerra. También en un entorno condicionado por La Gran
Depresión. Por ello, el realismo característico en muchos de estos relatos
sirvió como crítica social. Un repaso carente de adornos y sin edulcorar de la
crisis rampante en Estados Unidos.
El capitalismo
recibió buena parte de los varapalos. Aunque sin distraerse del objetivo
principal, el cual consiste en presentar una historia entretenida repleta de
acción y violencia. Por consiguiente, representa un rompimiento con el estilo
“clásico” de la narración pausada que le concede suficiente tiempo al lector
para “masticar” todos los detalles.
El crimen: una anécdota
Fue Andreu
Martín, destacado novelista español dentro de la ficción negra, quien utilizó
este término para referirse a la importancia de los crímenes narrados dentro de
las historias de este género. No son más que una excusa, una entrada para
captar la realidad y que los lectores descubran o asuman que viven en una
sociedad de personas buenas.
Más parecida al “mundo real”
Los ambientes
de la novela negra suelen evidenciar los males cotidianos de la humanidad. Por
ende, la corrupción, el egoísmo y la barbarie reinan campantes. Igualmente, las
motivaciones de los criminales siempre obedecen a una debilidad humana, a un
pecado.
En
consecuencia, se apela a las sombras del alma humana: dolor, rabia, venganza,
hambre de poder, individualismo, lujuria… No se trata de una búsqueda de un
bien superior. No hay espacio para elucubraciones del tipo “el fin justifica
los medios”. Más este sí es un principio aplicado por los protagonistas para
llegar a la verdad y hacer justicia.
Los primeros antihéroes
Antihéroe es un
concepto muy de moda en estos días gracias al cine. Personajes bienhechores
incapaces de ser políticamente correctos. Pero mucho antes que Deadpool se
convirtiera en la referencia, los “novelistas negros” ya habían ahondado en
este camino.
Es notorio el contraste
con detectives “clásicos” como Sherlock Holmes o Hercules Puirot, los
protagonistas de las novelas negras son personajes frustrados. Por esta razón,
no creen en el sistema (lo combaten cuando tienen la oportunidad) y son
proclives a tomar la justicia por cuenta propia.
Los indispensables
Para entender
el origen de la novela negra, hay tres autores cuya revisión es imprescindible.
El primero de ellos es Carroll John Daly. Considerado el padre de este tipo de
ficción literaria. Dashiell Hammet y Raymond Chandler son el otro par de
nombres.
Los detectives
El primero es
el creador de Sam Spade. Un detective ficticio cuya popularidad se disparó
gracias al cine y fue por mucho tiempo más conocido en América que Sherlock
Holmes. Humpry Bogart lo personificó en la adaptación de la novela homónima, El
halcón maltés. Por otra parte, Chandler dejó para la posteridad el nombre de
Philip Marlowe.
Un género vigente y sano
La novela negra
estuvo de capa caída a mediados del siglo XX. Las historias de detectives —con
James Bond a la cabeza— le robaron una buena porción del protagonismo.
Adicionalmente, en esa época se le consideraba como literatura “de segunda”,
diseñada solo para entretener a las masas trabajadoras. Para más inri, la
revista Black Mask desapareció.
No obstante, el
nuevo milenio vio el surgimiento de un nuevo nombre. Quien, a pesar de su
prematura muerte, ofreció una visión europea del género. Por supuesto, no es la
primera, pero sí la más emblemática de las últimas décadas. Se trata de Stieg
Larsson y su saga Millennium. Hay muchísimos otros autores activos creando
nuevas tramas, tantos como para dedicarles un texto exclusivo.
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