Por
Olga Gayón
EXTRAIDA
ESTA NOTA DEL MURO DE FACEBOOK DE AMAURIS TAVERAS
El sábado 18 de julio, en la madrugada de Portland,
Oregón, mientras Europa, África y América dormían, la libertad salió a danzar
en una de las calles de la ciudad, para demostrar, una vez más, que el miedo es
propiedad de quienes están armados para crear la guerra.
La libertad, desnuda como son todas las libertades, se
posó frente a quince hombres armados hasta el corazón, a quienes les danzó
después de que ellos la recibieran con gases lacrimógenos. Quince armarios
humanos protegidos con escudos, máscaras antigás, cascos y botas de guerra,
escopetas lanza perdigones, revólveres y mucho, pero que mucho odio.
Ella apareció casi de la nada, en medio de la calle...
Portaba un gorro y una mascarilla de protección contra el coronavirus. Y como
vestido lucía una piel blanca, elaborada con hilos de juventud, adornada con
fuertes visos de decisión e impermeabilizada con el material conocido
mundialmente como valor. Los otros quince, a quienes los trajes de protección,
las armaduras y las armas, no les dejaban ver ni un centímetro de su piel, por
lo que no se sabe si de verdad la tenían, al ver que la libertad tocaba la
calle que ellos ferozmente defendían, se sintieron amenazados y atacados por
esa insolente fragilidad.
Los fuertes, los poderosos de la vía pública,
indefensos ante tanta libertad, quisieron espantarla, doblegarla y arrastrarla
hasta desaparecerla, ayudados con gases cuyo objetivo es impedir la visión y la
respiración de los seres vivos. ¡Eso de no dejar respirar ya es el eslogan de
las fuerzas policiales de Estados Unidos! Y lo de combatir la libertad, desde
hace años...
Al ver el ataque contra la libertad desnuda, un hombre
sin armas quiso protegerla para que los gases no impidieran su libre ejercicio
de libertad. Pero ella con gesto amable se apartó del hombre que quiso cubrirla
para ampararla. Una vez que el odio esparcido por los quince miedosos se
disolvió en el mismísimo suelo, la libertad sin traje, se tomó el asfalto como
escenario para danzar ante ellos con el único fin de invitarlos a abandonar el
ruido y los proyectiles del pánico para optar por la expresión de la piel, por
las palabras silentes de la libertad...
Ellos, sin dejar de apretar sus escopetas, blandir sus
escudos y estar alerta ante tamaña agresión, vieron cómo unos minutos más tarde
la libertad desnuda optó por el yoga para terminar con una propuesta espiritual
que frena agresiones, silencia armas y desvanece en el aire la brutalidad que
acompaña al miedo.
El escuadrón de los quince soportó estático durante
quince minutos los movimientos de la libertad desnuda y silente. Ella, la de la
piel fuerte, no pronunció ni una palabra. Ni falta que le hacía. Los quince
hombres cuya fortaleza se la da su vestuario, sus armas y su escenografía,
reconocieron que la libertad desnuda tiene toda la fuerza que le hace falta a
la guerra vestida. Descubrieron por vez primera, ellos, que cuando las armas se
enfrentan al verdadero valor que tanto los hombres como las armas desconocen,
la libertad pulveriza la brutalidad.
Los quince hombres que conformaban el escuadrón del
pánico en la calle de Portland en Estados Unidos, le dieron la espalda a la
libertad y huyeron para volver presos a sus cuarteles. Tras el gesto cobarde de
los armarios armados, la libertad se levantó del suelo y se fue silenciosa, tal
como había llegado. A su paso dejó el ensordecedor grito que nos anuncia que el
miedo solo lo crean y lo sienten quienes, como el presidente Trump,
cobardemente atacan únicamente a los frágiles. ¡Y la libertad no es una de
ellos!
NOTA. Gracias a mi amigo virtual Rafael Ortiz por
darme a conocer la noticia.
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