La devastación dejada por la bomba que había ayudado a crear.
Dalia Ventura/BBC News Mundo
Si, en algún cataclismo, se
destruyera todo el conocimiento científico, pero tuviéramos la oportunidad de
transmitirle una sola frase a las siguientes generaciones de criaturas, ¿cuál
debería ser esa oración?
Esa es la pregunta que posó sobre los hombros de unos estudiantes de pregrado un día de 1961 el físico Richard Feynman, en una de sus legendarias conferencias dictadas en el Instituto de Tecnología de California o Caltech.
Si estás apiadándote de los pobres
estudiantes, deja a un lado la lástima.
No solo el mismo Feynman respondió
la pregunta inmediatamente, sino que tenían la fortuna de estar ante quien es
ampliamente considerado como el físico más influyente desde Albert Einstein.
Encima, era el maestro más
carismático, divertido e irreverente que hubieran podido tener.
Quién era Feynman
En pocas palabras, uno de los
científicos más extraordinarios del siglo XX y alguien con quien duele
compararse.
Nació en 1918, durante la Depresión,
en el seno de una familia de clase trabajadora de las afueras de Nueva York,
EE.UU. y, a los 17 años, ganó un concurso de matemáticas en el que su talento
en ese tema quedó claro.
Ese mismo año se fue a estudiar en
el Instituto de Tecnología de Massachusetts, MIT, y luego se mudó a Princeton,
logrando una calificación máxima en el examen de ingreso de matemáticas y física,
una hazaña sin precedentes.
Pero poco después recibió una triste
noticia: Arline Greenbaum, su novia, tenía tuberculosis, una enfermedad para la
que en ese entonces no había cura. Feynman decidió casarse con ella para poder
cuidarla.
Pronto, otra amenaza se cernió sobre
la pareja: unos meses antes de que Richard y Arline se casaran, Estados Unidos
se vio envuelto en la Segunda Guerra Mundial, luego del bombardeo de Pearl
Harbor.
La bomba
A Feynman le solicitaron unirse a un
proyecto de alto secreto basado en un laboratorio gubernamental en Los Álamos,
en Nuevo México. Con el nombre en código de Manhattan, su objetivo era
construir una bomba atómica.
"Alemania era el centro
intelectual de la física teórica y teníamos que asegurarnos de que no
gobernaran el mundo. Sentí que debía hacerlo para proteger a la civilización",
contaba Feynman.
Físicos extraordinarios de la talla
de Julius Robert Oppenheimer, Niels Bohr y Enrico Fermi, combinaron su
capacidad intelectual, pero el desafío de desarrollar una bomba atómica tan
rápidamente era una tarea titánica.
Un problema fundamental era el gran
volumen de cálculos requeridos. Sin computadoras, todo tenía que hacerse
manualmente, obstaculizando enormemente el progreso.
Feynman ideó una manera de hacer
cálculos en paralelo, reduciendo el tiempo de resolución de problemas
exponencialmente.
Se convirtió en un miembro clave del
equipo, pero también se hizo notar porque se la pasaba haciendo travesuras como
abrir cerraduras tras las que se guardaban documentos ultrasecretos solo para
demostrar que se podía.
El dolor
Cuando estaba en Los Álamos recibió
la triste noticia de que su esposa, quien estaba confinada en un sanatorio
cercano, murió.
Ella tenía 25 años. Él, 27 y el
corazón roto.
Poco después, se vio obligado a
enfrentar la realidad de lo que había ayudado a crear.
La bomba explotó sobre la ciudad
japonesa de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945. Mató a más de 80.000 personas.
Tres días después, una segunda bomba fue detonada, en Nagasaki.
Feynman quedó profundamente
perturbado por haber contribuido a la muerte de tantos.
En los meses posteriores al doble
trauma, quedó sumido en una oscura depresión.
Diversión y profunda crisis
En el otoño de 1945, Feynman fue
invitado a convertirse en profesor en el Departamento de Física de la
Universidad de Cornell.
Seguía conmocionado por los
acontecimientos de aquel verano, pero reflexionó y recordó que "solía
disfrutar de la física y las matemáticas porque jugaba con ellas, así que
decidí que iba a hacer cosas solo por diversión".
Mientras Feynman estaba
redescubriendo la diversión en física, la ciencia estaba en crisis.
Los nuevos descubrimientos sobre los
átomos habían causado confusión en la física.
Las viejas suposiciones sobre el
mundo eran erróneas y había una nueva área problemática llamada Mecánica
Cuántica.
Grandes dudas
La mecánica cuántica, en muchos
sentidos, fue el choque psicológico más profundo que los físicos hayan tenido
en toda la historia.
Isaac Newton no tenía razón: puedes
saber todo lo que hay que saber sobre el mundo y, sin embargo, no puedes
predecir con perfecta precisión lo que sucederá después.
La mecánica cuántica había revelado
los problemas de anticipar el comportamiento de los átomos y sus fuerzas
electromagnéticas.
Y como son los bloques de
construcción fundamentales de la naturaleza, todo lo demás también estaba en
duda.
Ponte a pensar: todo lo que sucede a
tu alrededor, aparte de la gravedad, se debe al electromagnetismo.
Cuando dos átomos se unen para
formar una molécula, eso es electromagnetismo, por lo que toda la química es
electromagnetismo. Y si toda la química es electromagnetismo, entonces, toda la
biología es electromagnetismo.
Literalmente, todo lo que nos rodea
es una manifestación de electromagnetismo de una forma u otra.
A grandísimos rasgos
Para tratar de darle sentido al
electromagnetismo y la materia subatómica surgió un nuevo campo llamado
electrodinámica cuántica o QED, por sus siglas en inglés.
El problema era que aunque a veces
parecía funcionar, otras, no tenía ningún sentido. Estaba confundiendo a los
físicos más inteligentes del planeta, hasta al padre de QED, Paul Dirac.
Feynman había leído un libro de
Dirac, en el que describía problemas que nadie sabía cómo resolver.
"No entendí el libro muy bien.
Pero allí, en el último párrafo del libro, decía: 'Aquí se necesitan algunas
ideas nuevas', así que comencé a pensar en nuevas ideas", recordó Feynman
en una entrevista.
Con dibujos
Típicamente, Feynman abordó el
asunto de una manera poco convencional: con dibujos.
Encontró una manera pictórica de
pensar, inventando una forma brillante de eludir los complicados cálculos
necesarios para QED.
El resultado fueron los diagramas de
Feynman, que le dieron los toques finales a QED, la teoría física más precisa
numéricamente jamás inventada.
Los diagramas resultaron ser tan
útiles que hoy en día se aplican en campos completamente diferentes a la física
de partículas, como en el cálculo de la evolución de las galaxias y de la
estructura a gran escala en el Universo.
Bongos, ecuaciones y desnudos
Dibujar, de hecho, se convertiría
más tarde en otro de sus hobbies, además de tocar bongos, que para él fueron lo
que el violín para Einstein y el piano para Werner Heisenberg.
Decidió aprender a dibujar en su
cuarta década de vida, ayudado por un amigo artista, y se entusiasmó tanto que
adoptó un bar de topless como su oficina secundaria, donde hacía bosquejos de
las chicas y de ecuaciones de física.
Pero fueron los dibujos relacionados
con QED los que le hicieron merecedor del premio Nobel de Física, que compartió
con Julian Schwinger y Shin'ichiro Tomonaga, en 1965.
Aunque aceptó el premio Nobel y se divirtió en la gala bailando con Gweneth Howarth, su tercera esposa y madre de sus dos hijos, Feynman siempre dijo que el verdadero premio era el placer del descubrimiento y ver que es útil para otras personas.
Entre quienes viven en el mundo
cuántico, Feynman es conocido además por trabajos que a los no entendidos nos
dejan anonadados, como la teoría de la electrodinámica cuántica y la física de
la superfluidez del helio líquido subenfriado.
Quedémonos con saber que fue uno de
los pioneros en el campo de la computación cuántica y que introdujo el concepto
de nanotecnología.
Y su participación en 1986, cuando
ya estaba fatalmente enfermo, en la investigación del desastre del
transbordador espacial Challenger, cuando reveló lo que la NASA era reacia a
aceptar: la causa de la desintegración de la nave 73 segundos después de su
lanzamiento lo puso en el centro de la atención pública.
La frase con la que resumió sus
conclusiones se hizo célebre: "Para una tecnología exitosa, la realidad
debe prevalecer sobre las relaciones públicas, pues no se puede engañar a la
naturaleza".
Pero fue su solución a otro problema
relacionado con la física, esta vez en las aulas de clases de las
universidades, la que revelaría su don para divulgar la ciencia que lo haría
famoso en el mundo exterior.
¿Y la respuesta?
A principios de la década de 1960,
Caltech estaba en dificultades pues no lograba atraer estudiantes a las clases
de física. Buscando la manera de que se entusiasmaran con la materia, le
solicitaron a Feynman que rehiciera el currículo.
Su obra fue una serie de
conferencias que resultaron tan atractivas que fueron editadas y publicadas con
el título de "The Feynman Lectures of Physics", uno de los libros de
física más populares de la historia.
Fue en la primera de esas clases en
las que, tras confirmarles que si querían ser físicos, tendrían mucho que
estudiar -("200 años sobre campo de conocimiento de más rápido desarrollo
que existe")- y advertirles que para aprenderlo necesitarían muchos más
años ("¡Tendrán que ir a la escuela de posgrado!"), se preguntó por
dónde empezar y les lanzó aquella pregunta.
Pero, ¿cuál era para Feynman el
enunciado que contendría la mayor cantidad de información en la menor cantidad
de palabras?.
"Creo que es la hipótesis
atómica (o el hecho atómico, o como quieran llamarlo) que todas las cosas están
hechas de átomos: pequeñas partículas que se mueven en movimiento perpetuo,
atrayéndose entre sí cuando están a poca distancia, pero repeliéndose cuando se
les trata de apretar una contra la otra".
¿Por qué?
"En esa sola frase hay una
enorme cantidad de información sobre el mundo, si solo se aplica un poco de
imaginación y pensamiento".
Por partes
Si sabes que toda la materia está
hecha de átomos que se están moviendo constantemente, puedes empezar a entender
fenómenos como la temperatura, la presión y la electricidad.
Todos tienen que ver con la
velocidad a la que se están moviendo los átomos y cuántos y/o qué partes de
ellos lo están haciendo.
Eso te puede llevar a descubrir, por
ejemplo, el poder del vapor, la presión de los gases, los patrones climáticos y
a inventar cosas como motores, teléfonos y luz eléctrica.
La parte final de su oración, que se
refiere a la manera en la que los átomos interactúan entre ellos (atrayéndose y
repeliéndose) te revela la química.
Una vez entiendes cómo los átomos se
unen para formar moléculas, puedes hacerlo para crear antibióticos, vacunas,
"la gasolina y el aire mezclados forman una mezcla explosiva"
(motores de combustión), "pilas, asfalto, acero" y hasta "la
esencia de la vida: aminoácidos, carbohidratos, ADN".
Por todo eso que Feynman escogió esa
frase como legado para las criaturas que empezaran de nuevo, después de que
todo se perdiera (y para despertar el interés de sus estudiantes en la física).
Postdata
Por supuesto, esa no es la única
respuesta.
De hecho, hay quienes la critican,
como el neurocientífico Daniel Toker quien señaló en un artículo que
"estrictamente hablando, la hipótesis atómica resulta ser falsa",
pues según la teoría del campo cuántico, "una disciplina en la que Feynman
tuvo un papel clave en el desarrollo, (...) las partículas subatómicas no son
en realidad partículas, sino simplemente excitaciones locales de campos
cuánticos".
Afortunadamente, la ciencia no es
dogma y al desarrollarse arroja constantemente nuevas posibilidades.
Seis décadas después, la pregunta
sigue siendo intrigante. Y el espíritu de la segunda parte de la respuesta de
Feynman, eterno.
Siempre será urgente legarle a las
nuevas generaciones pistas para que, con un poco de imaginación y pensamiento,
puedan descubrir el mundo.
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