Aleixandrea
Macias advirtió que no todos sus pacientes son adultos mayores: “Hay jóvenes.
Muchos no tienen problemas médicos. Son fuertes, físicamente saludables”
No
hay palabras que puedan describir el dolor que sienten millones de sanitarios
en este momento.
A
la saturación de las unidades médicas, la falta de recursos, el miedo a
contagiar sus familiares, y la antipatía de algunos vecinos, se une la peor
parte de su profesión: la impotencia de perder una vida. Y aunque desde la
primera línea no pueden permitirse caer, o desistir, durante su turno se
suceden imágenes, sonidos y palabras que se clavan en su mente y les acompañan
hasta casa, donde reviven esas escenas y por primera vez en el día, se permiten
sentir.
Junto
a una foto en la que aparece con lágrimas en sus mejillas y los ojos rojos del
llanto, Aleixandrea Macias escribió en Facebook un texto desgarrador, en el que
compartió sus sentimientos e intentó poner palabras al horror que vive día a
día.
A
sus 24 años, esta enfermera de Brownsville, Texas, nunca había trabajado con
pacientes en cuidados intensivos; pero desde hace 13 días, la falta de expertos
por la crisis del Covid-19, hizo que la designaran a una de estas unidades,
creada específicamente para enfermos de coronavirus. En el tiempo que lleva en
la UCI, ningún paciente ha sobrevivido al coronavirus. En muchas ocasiones, le
sobrepasa la impotencia. Se derrumba, y cree incluso, que su trabajo es
“inútil”.
“Nunca
había visto nada así antes, nunca había cuidado a nadie que fuera tan sano,
pero que al mismo tiempo estuviera tan gravemente enfermo. Al estar en una UCI,
cuido a los mismos pacientes día a día hasta que mueren. Nadie ha abandonado
nuestra unidad, excepto en una bolsa para cadáveres”, se lee en el texto que
publicó en Facebook.
“Todos
mueren en algún momento. Solo ha sido como un juego para ver cuánto tiempo más
podemos mantenerlos medio vivos. Siento que nuestros esfuerzos son inútiles”,
añadió.
Cuando
los pacientes llegan a la UCI aún no están sedados, pero presentan una
insuficiencia respiratoria grave. Están solos, y sienten miedo. Antes de
colocarles el respirador, les permiten llamar a sus familiares. A Aleixandrea
le rompe el corazón saber que probablemente esa será la última vez que hablen
con sus seres queridos.
“He
visto cómo pacientes llegan a nuestra unidad todavía sin sedar y sin
respirador, pero con una dificultad respiratoria extrema y más que asustados.
Les he explicado lo que el Covid les hace a su cuerpo, cuáles son los riesgos
de ser intubado y de no intubar, y he escuchado cómo estas personas han llamado
a sus familiares una última vez, antes de intubarlos. Si tengo un único
consuelo, es saber que ayudé a darles esos últimos momentos con sus familias”,
expresó.
Sin
embargo, lo más difícil para ella llega después de sedar al paciente.
“Después
de que los sedamos, sus objetos personales siguen aquí. Sus teléfonos siguen
sonando. Lo peor es escuchar cómo suenan sus celulares y saber que al otro lado
hay alguien llamando que espera que conteste sólo una vez más”, escribió.
Además
de afrontar momentos difíciles, y sufrir estrés y tristeza, tiene que llevar a
cabo su trabajo sin los recursos suficientes, un hecho que dificulta mucho su
labor.
“No
puedo contar las veces que he oído: 'Bueno, lo podemos intentar y hacer esto,
pero no tenemos esto otro”, contó.
Según
advirtió, a diferencia de lo que muchos creen, no todos los enfermos graves por
Covid-19 son adultos mayores.
“Estas
personas no son adultos mayores. Son jóvenes. Muchas de ellas no tienen
problemas médicos. Son fuertes, físicamente saludables. Uno incluso tenía cinco
trabajos a la vez hasta que el Covid devastó su cuerpo. Este virus mata
gente", reveló.
Muchos
de los pacientes que llegan a la UCI son latinos, y Alexandría se esfuerza para
hablarles en español, y traducirles todo antes de colocarles el ventilador. Su
esposo Julio es latinoamericano, y él le ayuda a aprender el idioma para que
pueda darle ese último consuelo a los enfermos.
Por
todo lo que ha vivido, la enfermera cerró su texto con unas líneas dirigidas a
la población de Texas, para pedirles que permanezcan en sus casas y se cuiden.
“No
puedo explicarles cómo duele, cómo de real es, y lo asustada que estoy sabiendo
que esto puede pasarle a mis propios familiares. Mi corazón duele demasiado
esta noche por estas familias que han perdido a sus seres queridos demasiado
pronto, por aquellos que están enfermos y absolutamente aterrorizados, y por
todos aquellos que tendrán algún trastorno de estrés postraumático cuando esto
termine”, escribió.
Ahora,
explica, sólo le queda seguir luchando cada día para cuidar de sus pacientes
con todo su esfuerzo, en la misma medida en que lo haría con un familiar suyo.
Según
datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades en Texas, hasta el
momento se han registrado en el estado 9,353 casos positivos, y 177
defunciones.
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