La princesa Alicia de
Battenberg nació en presencia de su bisabuela, la reina Victoria de Inglaterra,
en el castillo de Windsor en 1885.
Beatriz Díez/BBC News Mundo
Era
prácticamente una desconocida para el gran público hasta que la exitosa serie
de Netflix The Crown recuperó su figura y le dedicó uno de los capítulos de la
tercera temporada.
Alicia
de Battenberg, princesa de Grecia y Dinamarca, madre del príncipe Felipe y
suegra de la reina Isabel II de Inglaterra, tuvo que hacer frente a numerosos
obstáculos durante su azarosa vida.
Desvinculada
de la familia real durante gran parte de su vida, la princesa Alicia es -50
años después de su muerte- uno de los miembros más queridos de la monarquía
británica.
El
pasado viernes, su nieto Carlos de Inglaterra, heredero al trono, le rindió
tributo en Jerusalén, donde están enterrados sus restos.
El
príncipe de Gales dijo que desde hace mucho tiempo las acciones altruistas de
su querida abuela le sirven de inspiración.
Sobre
su tumba, en la iglesia ortodoxa de Santa María Magdalena situada en el monte
de los Olivos, luce un estandarte real griego que el príncipe mandó fabricar en
Londres para sustituir al original, ya deteriorado.
¿Quién fue esta
intrigante mujer?
Joven enamorada
Ya
desde sus primeros pasos, la vida no le fue fácil a Alicia de Battenberg,
bisnieta de la reina Victoria que nació en 1885 en el castillo de Windsor,
Reino Unido.
Los
padres de la princesa creyeron en un principio que tenía una discapacidad mental
que le hacía aprender a un ritmo más lento que sus hermanos.
Tras
serle diagnosticada sordera congénita, su madre la animó y ayudó a que
aprendiera el lenguaje de los signos y a leer los labios en inglés, francés,
alemán y griego.
Con
apenas 17 años se enamoró del príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca -hijo del
rey Jorge I de Grecia y hermano del rey Constantino I- a quien conoció en la
coronación del rey Eduardo VII de Inglaterra en 1902.
Se
casaron un año después en Alemania y establecieron su residencia en Grecia,
aunque viajaban frecuentemente, él por sus funciones militares y ella por su compromiso
con el trabajo social.
La
pareja tuvo cinco hijos: cuatro niñas y un niño, Felipe, duque de Edimburgo y
esposo de la reina Isabel II de Inglaterra.
Exilio y separación
Los
grandes eventos de las primeras décadas del siglo XX, como la Primera Guerra
Mundial, la Revolución Rusa y la guerra greco-turca, tuvieron un gran impacto
en la vida de los príncipes, que se vieron obligados a exiliarse de Grecia en
1922.
La
vida de la princesa Alicia de Battenberg se vio afectada por los grandes
eventos globales de las primeras décadas del siglo XX.
Se
cuenta que, durante el viaje de salida del país, su hijo Felipe, que era tan
solo un bebé, fue trasladado en una caja de frutas a modo de improvisada cuna.
En
los años siguientes, el núcleo familiar se fue deshaciendo.
El
príncipe Andrés se instaló en Montecarlo y Felipe, el menor de los cinco hijos,
fue el que creció más alejado de sus padres, al ser educado en internados en
Escocia e Inglaterra.
Por
su parte, las cuatro hijas se casaron con nobles alemanes que en su mayoría
eran simpatizantes del emergente movimiento nacionalsocialista alemán.
Tratamiento
psiquiátrico
Alrededor
de esa época, la princesa se convirtió a la fe ortodoxa griega, con la que se
involucró cada vez más hasta decir que recibía mensajes divinos y que tenía
poderes curativos.
En
1930, tuvo un colapso nervioso y se le diagnosticó esquizofrenia paranoide.
Fue
internada en un psiquiátrico en Suiza en contra de su voluntad y allí fue
tratada por el padre del psicoanálisis, el austríaco Sigmund Freud.
Freud
consideró que las visiones y alucinaciones de la princesa eran resultado de una
frustración sexual y recomendó que le aplicaran electrochoques y rayos X en los
ovarios para adelantarle la menopausia y apagarle la libido.
Ella
defendió su cordura, pero estuvo recluida en el sanatorio dos años, un período
que tendría un enorme peso en su vida posterior, física y emocionalmente.
Al
salir del centro, la princesa Alicia se encontró sola y comenzó a explorar su
lado religioso y humanitario.
Muerte de una hija
En
1937, una de las hijas de la princesa, Cecilia, murió en un accidente de avión
junto a su marido y dos de sus hijos. Tenía 26 años.
En
el funeral, que se celebró en Alemania y al que asistieron militares nazis ya
que el esposo de Cecilia, Georg Donatus, era un oficial de alto rango de
Hitler, la princesa se reencontró con sus hijos y con el príncipe Andrés, con
el que seguía formalmente casada.
Alicia
le pidió a su hijo Felipe, entonces adolescente, que se fuera a vivir con ella
a Atenas, pero él rechazó la propuesta porque quería seguir con su carrera de
oficial de la Marina inglesa.
Estalló
la Segunda Guerra Mundial y Grecia fue ocupada por la Alemania nazi, lo que
generó una gran inquietud entre la población.
Gracias
al dinero y los alimentos que le enviaban sus hermanos desde Reino Unido, la
princesa Alicia pudo ayudar a los más necesitados y llegó a esconder a una familia
judía en su propia casa.
Sus
raíces alemanas y la relación de sus hijas con militares de Hitler la
protegieron de cualquier problema. Además, en alguna ocasión utilizó su sordera
como excusa para evitar interrogatorios.
Atenas
fue liberada en octubre de 1944 y, a finales de ese mismo año, la princesa
Alicia quedó viuda. No había visto a su esposo desde 1939.
Vendió
casi todas sus joyas reales, menos los diamantes que le dio a su hijo para que
fabricara el anillo con el que le pidió matrimonio a la entonces princesa
Isabel, heredera al trono británico, y en 1947 asistió a la boda de ambos en la
abadía de Westminster, Londres.
A
su regreso a Grecia, la princesa fundó su propia orden religiosa: la ortodoxa
Hermandad de Marta y María.
Desde
1949 no volvió a dejarse ver con ropa que no fuera religiosa. De hecho,
sorprendió a millones de televidentes al vestir el hábito de monja en la coronación
de su nuera en 1952.
Declive y
reconocimiento póstumo
La
orden funcionó durante unos años, aunque terminó por quedarse sin fondos ni
voluntarias.
La
salud de la princesa se fue deteriorando y, al mismo tiempo, la situación
política de Grecia empeoró, hasta que en 1967, un grupo de coroneles dio un
golpe de Estado.
Esto
llevó a que la reina Isabel y el príncipe Felipe la invitaran a vivir con ellos
en el palacio de Buckingham.
Tenía
82 años y se encontraba muy frágil.
Vivió
con su hijo y su nuera hasta su muerte, dos años después.
Fue
vista en público por última vez el 3 de octubre de 1969 y falleció el 5 de
diciembre de ese año.
Inicialmente
fue enterrada en la cripta real del castillo de Windsor, pero en 1988 sus
restos fueron trasladados a la iglesia de Santa María Magdalena en el monte de
los Olivos, en Jerusalén, tal como ella deseaba.
Aunque
su reputación de persona rara y excéntrica perduró en el tiempo, en 1993 la
comunidad judía le otorgó el reconocimiento de "Justa entre las
Naciones" por haber arriesgado su vida para proteger la de varios judíos
del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial.
El
duque de Edimburgo viajó entonces a Jerusalén para asistir a la ceremonia de
homenaje.
"Sospecho
que nunca pensó que sus acciones fueran para nada especiales. Era una persona
con una profunda fe religiosa y le debió parecer perfectamente natural y humano
ayudar al prójimo en peligro", declaró el príncipe Felipe en aquella
ocasión.
Con
sus palabras del pasado viernes, el príncipe Carlos reforzó esa imagen de la
princesa Alicia como una persona generosa y digna de admiración, a la que
llegamos a conocer mejor por una serie de Netflix.
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