¿Qué
lleva a que la mayoría de los objetos robados en Japón se devuelvan a sus
dueños, a veces el mismo día? ¿Está en su cultura o en sus genes?.
Cada
vez que aparece en un medio de comunicación un nuevo caso de corrupción, alguien
pretende ponerse el primero en una cola o, simplemente, llevarse un producto
sin pagar de un hotel, todo el mundo suspira y achaca el problema a la
picaresca española, tan arraigada en nuestros genes.
El
subgénero estrella del Siglo de Oro sirve para explicar cómo se comporta toda
una sociedad, presuntamente, de una manera poco honesta, y quizá por ello nos
llaman tanto la atención pequeños detalles que observamos cuando viajamos a
otros países. ¿Cómo puede ser que los canadienses presuman de no cerrar con
llave sus puertas? El civismo sueco nos parece incomprensible, como si vinieran
de otro mundo.
Sin
duda los que se llevan la palma en cuanto a honestidad, son los japoneses. Para
la mayoría (y no hace falta que seamos españoles), perder una billetera o un
móvil es siempre un disgusto, sin embargo, según explican William Park y
Johanna Airth en un reciente artículo de 'BBC', hay una ciudad del mundo donde
es bastante probable que te reencuentres con aquello que se extravió: Tokio.
Los artículos perdidos
del kōban
Y
no es algo fácil, teniendo en cuenta que en la megalópolis japonesa, esa por
donde personajes como los de 'Lost in Traslation' o el protagonista de 'Tokio
Blues' de Murakami parecían perderse sin llegar nunca a encontrarse, conviven
cerca de 14 millones de personas. Haciendo un cálculo rápido, millones de
artículos se separan de sus dueños a lo largo del año, y, sin embargo, en 2018
la Policía Metropolitana de Tokio devolvió a sus propietarios el 83% de los
teléfonos móviles extraviados y el 65% de las carteras. A menudo, el mismo día.
Si
un niño japonés lleva dinero perdido a un oficial de policía, este se lo
entregará de nuevo como recompensa. Es un acto simbólico
¿Tiene
que ver con la forma de ser nipona? Lo cierto es que los oficiales ubicados en
las pequeñas estaciones de policía de los vecindarios (kōban para los
extranjeros), abundan en las ciudades. En Tokio, por ejemplo, hay 97 por cada
100 kilómetros cuadrados, en comparación con las tan solo 11 estaciones de
policía en la misma distancia que se encuentran en Londres. Eso significa que
nunca te encontrarás solo si necesitas ayuda.
Además,
son amigables: regañan a los adolescentes que se portan mal o ayudan a los
ancianos a cruzar la calle. De hecho son tan apreciados por los japoneses que
fueron el tema central de una famosa serie de cómics conocida como 'Kochikame'
(こち亀), en
inglés 'Tokyo Beat Cops', una comedia de Osamu Akimoto que gira en torno a las
desventuras de un policía de mediana edad llamado Kankichi Ryotsu. "Si un
niño ve a un oficial de policía, le suele saludar, y para los ancianos que
viven en los vecindarios son un alivio, pues suelen llamar a sus residencias
para comprobar que se encuentran bien", cuenta el abogado Masahiro Tamura,
también profesor de derecho en la Universidad de Kioto.
Pero
más allá de eso, el hecho de devolver un objeto perdido es tan común como hacer
colas silenciosas, no hablar por el teléfono en el tren o Shinkansen o no dar
propinas (de hecho están mal vistas). Simplemente es algo que debe hacerse. Se
alienta a los niños desde pequeños a entregar artículos perdidos al kōban,
incluso si son pequeñas cantidades de dinero como diez yenes. "Se trata de
un acto simbólico", cuenta Tamura. "El policía elabora un informe y
la moneda se pone bajo custodia policial, pero como nadie denunciará, lo más
probable es que se le devuelva al niño como recompensa. Sin embargo, hay una
gran diferencia, si el chico se la hubiera quedado de primeras es un robo, así
se trata de una recompensa".
"Es
una enseñanza desde la escuela primaria", explica a El Confidencial Byron
Baron Valero, fundador de Contacto Japón. "Se trata de un principio ético
basado en la lógica de que si algo no es tuyo será de alguien, y, por tanto, es
incorrecto y deshonroso quedárselo. Además, existe una ley que funciona de esta
manera: aquel que devuelve un objeto perdido a su dueño tiene derecho a pedir
hasta el 20% de recompensa si el dueño aparece. Pero en general, los japoneses
dan por cumplido su deber moral devolviendo lo que encuentran sin pedir nada a
cambio. En resumidas cuentas, se trata de una cuestión ética y moral".
El culpable es el
budismo
Sin
embargo, hay un dato curioso: los paraguas no suelen recuperarse con tanta
facilidad como otros objetos mucho más valiosos. De los 338,000 entregados a la
Oficina de objetos perdidos en Tokio en 2018, solo el 1% volvió con sus
propietarios, y sorprendentemente la gran mayoría fueron reclamados, aunque
realmente en las tiendas de conveniencia pueden encontrarse, y a un precio tan
bajo, que da igual si los pierdes o no. "No tiene nada que ver con la
honestidad", aseguran los periodistas de 'BBC'. "De hecho, hace diez
o 20 años era bastante normal que los médicos ocultaran el diagnóstico de sus
pacientes y solo se lo decían a su familia directa", en otras palabras,
como sucede en la trama de la reciente película 'The Farewell' (china, no
japonesa), el enfermo no sabía que tenía cáncer, sin embargo este dato lo
conocían todos sus familiares.
Esta
supuesta honestidad nipona viene condicionadas por un miedo que deriva de las
creencias budistas en la reencarnación
"Los
occidentales se sorprenden al escucharlo, pero las motivaciones detrás de esta
supuesta honestidad son mucho más complejas y están arraigadas en la sociedad
japonesa. Están condicionadas por un miedo que deriva de las creencias budistas
en la reencarnación. A pesar de que muchos ciudadanos nipones no se identifican
con una religión organizada, sí que conservan las prácticas populares
sintoístas y budistas, que hacen énfasis en la existencia espiritual más allá
de la muerte", explican, algo parecido al famoso sentimiento de culpa,
herencia ideológica judeocristiana, pero con un pero: mientras que nosotros
como sociedad católica podemos confesarnos del mal que hagamos, los budistas no
pueden.
Dos
desgracias ocurridas en 2011 enseñan sobre la psique japonesa: durante el
tsunami que azotó el país en 2011, muchas personas quedaron sin hogar, comida o
agua. La gente se esforzó en ayudarse mutuamente, enseñando con ello el
precepto budista de 'gaman', similar a la paciencia o la resistencia: piensa en
los demás antes que en ti mismo. Fukushima dio muestras de otro fascinante
comportamiento del ser humano: el concepto 'hito no me' (el ojo social): se
produjeron robos cuando el área estuvo cerrada debido a la alta radiación,
justamente porque no había nadie que pudiera ver que sucedieran.
La
visión colectivista y de pertenencia al grupo asiática, frente al egoísmo
occidental, es la que propicia que devuelvan los objetos robados
En
términos generales, la conclusión quizá tenga que ver con nuestra manera de
comportarnos frente al grupo: las personas en el este de Asia comparten rasgos
colectivistas, priorizan a los demás y participan en comportamientos que
benefician al grupo, igual que los suecos tienen grabada a fuego en la piel su
'Ley de Jante', que apela a un comportamiento típicamente escandinavo donde se
piensa más en el grupo y se retrata negativamente la vanidad. Los occidentales,
por otro lado, tienen rasgos más individualistas, a menudo motivados
egoístamente. No se trata de cuál es mejor o peor, pues la visión colectivista
y de pertenencia al grupo, exacerbada en exceso, podría explicar
sociológicamente la multitud de suicidios en los países asiáticos.
Simplemente,
es una manera de explicar la abundancia de agentes de policía y las tradiciones
culturales que incitan a las personas a pensar primero en los demás a la hora
de devolver un objeto robado. Siempre y cuando no sea un paraguas, claro. Confidencial.
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