Por
Cesiach López Maldonado / Para Primera Hora
Vanessa
Méndez se acababa de graduar de noveno grado cuando quedó embarazada.
(Archivo)
Joven narra el golpe duro
que significó la maternidad a tan temprana edad.
Un embarazo siempre es un
reto, pero cuando llega a temprana edad representa, además, un cambio radical
al estilo de vida de la joven que podría conllevar momentos de confusión,
frustración y tristeza.
Así lo cuenta Vanessa
Méndez (nombre ficticio), quien se convirtió en madre por primera vez a sus 14
años.
“En ese momento me acababa
de graduar de noveno grado y estaba por entrar a la high. Lo primero que me
pasó por la mente cuando me enteré era cómo se lo iba a decir a mi mamá, qué
iba a hacer con un hijo, cómo iba a poder seguir estudiando”, recordó Vanessa,
quien asegura haber intentado abortar en dos ocasiones, pero los intentos
resultaron infructuosos. “Tomé malta caliente con alka seltzer que, por
ignorancia, pensaba que me haría abortar y también traté de llegar a una
clínica de abortos, pero tuve un accidente de auto antes de llegar. Cosa que
agradezco”, relató la mujer que hoy día tiene 34 años y tres hijos de 18, 17 y
13 años.
A pesar de contar con el
apoyo del padre (que para aquel entonces tenía 17 años) y de la familia de
este, luego de dar a luz a su primogénito, Vanessa se encontró con la dura
realidad; la vida no resultó ser color rosa. Para colmo, en medio del proceso
de adaptación por la llegada de su primer bebé, la vida le volvió a cambiar
dramáticamente pues a los cinco meses de haber dado a luz quedó embarazada por
segunda ocasión.
“A mis 17 ya tenía dos
hijos y cursaba el undécimo grado... Tenía que faltar mucho a la escuela, me
llevaba los trabajos a casa y mis amigas me ayudaban. El papá de los nenes
trabajaba para mantenernos y su familia nos ayudaba. Aunque no recibí ayuda de
mi familia pude seguir estudiando y graduarme con Alto Honor”, dijo la mujer
que tenía el sueño de convertirse en pediatra, pero tuvo que cambiar de plan ya
que la vida universitaria trajo consigo experiencias de violencia doméstica.
“Cuando decidí comenzar la
universidad para estudiar Terapia Física, comenzaron los peores momentos de mi
vida. Me trajo muchos problemas con el papá de mis hijos y mucho maltrato... En
ese momento me separé de él, pero tuve que dejar de estudiar para trabajar,
pues estaba atada a él económicamente. Por eso aguanté maltrato... Recuerdo
esos tiempos y me da un sentimiento de frustración, pero también de nostalgia.
Frustración por todas las cosas que no pude hacer y nostalgia por todo lo malo
que tuve que vivir”, sostuvo la mujer, quien tuvo su tercer hijo a los 21 años,
fruto de otra relación.
“Mis vivencias me han
ayudado a darles un mejor consejo (a mis hijos) y a ser más receptiva. Incluso,
para que no pasen por lo que yo pasé, les hablo claro y les compro
anticonceptivos, llevo a mi hija al ginecólogo y le compro condones a mi hijo.
Prefiero ayudarlos a cuidarse que dejárselos en sus manos”, culminó.

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