Por:
Arq. Geraldo Fernández
Una vez más, María
Trinidad Sánchez es la heroína olvidada, la primera mártir de la República no
recibió ni una flor ni una palabra en el 173 aniversario de su fusilamiento por
orden del General Pedro Santana el 27 de Febrero de 1845, justo un año después
de la fundación de la Patria. Nació en 1794, un año antes de la firma del
Tratado de Basilea que nos incorporó jurídicamente a Francia, esto que quiere
decir que a esta reservada mujer le tocó vivir la oscura época que precedió al
nacimiento de la República, primero con la España Boba (1809-1821) y luego con
la Ocupación Haitiana (1822-1844).
Al parecer el sufrimiento
de María, quien era de origen humilde, descendiente de esclavos y mulata, en un
momento de la historia donde la composición racial era factor de clasificación
social, se extiende hasta hoy, no parece bastarse su triste destino en
obligarla a compartir su última morada con quien la condenó a muerte, ni
siquiera la provincia que lleva su nombre le recuerda y le honra en el día de
su caída. Trinidad, que fue costurera, casi beata y nunca se casó, pero que
asumió como suya la responsabilidad de educar y dirigir a quien sería uno de
los Padres de la Patria, su sobrino Francisco del Rosario Sánchez, no ha
encontrado en nuestra historia y memoria el lugar que le corresponde.
Como era la norma, nuestra
heroína pasó casi toda su vida dedicada a labores domésticas y de la iglesia y
no es hasta que su sobrino se inicia en la Trinitaria que ella descubre la
razón de su existencia. Enterada de los planes separatistas de los jóvenes
dirigidos por Juan Pablo Duarte, se involucra en la gesta independentista
sirviendo como conducto entre algunos sectores de la iglesia y los Trinitarios,
convirtió su casa en un centro de operaciones clandestinas y elaborara cápsulas
para transportar pólvora, lo que hacía frecuentemente bajo su falda, pasando
inerte y serena frente a las hordas haitianas quienes no podían imaginar que
con ella iba el material bélico que ayudaría a poner fin a su tenebroso dominio
sobre esta parte de la isla.
Es María Trinidad Sánchez,
quien la noche del 27 de Febrero de 1844 en un audaz gesto da origen a nuestra
primera bandera cuando cose una cruz blanca sobre la bandera haitiana y la
entrega a su sobrino Francisco del Rosario, quien la iza en la Puerta del
Conde, logrando que en el oscuro cielo aun estremecido por el trabucazo de
Mella, flote por primera vez la enseña tricolor. Sin embargo, es en la etapa
más crítica de este proceso cuando el liderazgo de María Trinidad surge como
una última esperanza para la causa patriótica, y es que al ser expulsados los
Trinitarios en Julio de 1844, el proyecto de nación pudo quedar truncado si no
se hubiese revelado en esta mujer una especie de fuego implacable que ninguna
amenaza sería capaz de apagar hasta su cobarde fusilamiento. En esta etapa
desaparece la mujer reservada y aparece la líder revolucionaria que organiza,
planea, conspira contra Santana y traza la estrategia para el retorno de los
jóvenes fundadores.
En esta última tarea de su
vida es apresada por los acólitos de Santana, pero es tan grande el prestigio y
reconocimiento que ha ganado en esos meses que el dictador recibe centenares de
solicitudes para que se le perdonase la vida, el déspota aprovecha la situación
y condiciona aceptar el pedimento a cambio de que nuestra heroína revele la
ubicación de Los Trinitarios, a lo que responde María, estoica y ya
transfigurada: “Usted me ofrece la vida a cambio de que revele la ubicación de
los míos, para usted matarlos entonces. Ellos son más útiles que yo a la causa
de la República por lo que prefiero que se cumpla en mi la sentencia dada”.
De esta manera, ofrece
María su vida por la Patria recién nacida pero ya herida de muerte, el proyecto
de una nación libre e independiente fue el faro que alumbró la última etapa de
su existencia física, pero lo asumió como si toda su vida se estuviese
preparando para ello, solo hay que pensar en su proeza en una época en que las
mujeres no tenían ninguna participación social ni política, su arrojo, entrega,
valentía y sacrificio la hacen merecedora del máximo reconocimiento de quienes
hoy le debemos a ella el tener suelo, cielo y bandera. María Trinidad
Sánchez es la Madre de la Patria y orgullosamente nuestra provincia lleva su
nombre, en su honor tenemos parques, calles y monumentos pero ayer la olvidamos
y eso, mis hermanos y hermanas, no puede volver a pasar…que no haya ni una flor
para María Trinidad.
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