ADVERTENCIA la imagen de cadáver del Che Guevara puede herir su sensibilidad. Por ser una foto icónica y tan difundida, BBC Mundo la reproduce con motivo de los 50 años de su muerte.
Boris Miranda (@ivanbor)
BBC Mundo, enviado
especial a Vallegrande, Bolivia
Escuchándola, en la tarde
del 9 de octubre de 1967, Lijia Morón supo de la muerte de Ernesto Guevara.
Está en la misma esquina
de su casa, en los altos de Vallegrande, la pequeña ciudad al sureste de
Bolivia en la que, hace 50 años, el Che fue exhibido después de ser ejecutado
por el ejército de ese país.
Morón jamás quiso abandonar
su pueblo ni su hogar.
Ha perdido la audición y
prefiere no mencionar su edad, pero relata con detalle y sonriendo cómo fue esa
tarde en la que vio los restos del guerrillero argentino-cubano depositados
sobre la lavandería del hospital.
Ese día hace medio siglo,
poco después de apagar la Telefunken, Lijia escuchó por enésima vez a un
helicóptero acercarse.
Solo que en esa
oportunidad, en un camilla atada a los patines de aterrizaje de la nave ,
viajaban los restos todavía tibios de Guevara.
Los reportes de periódicos
bolivianos de la época señalan que después de eso fue trasladado en un vehículo
hasta el hospital Señor de Malta , donde se tomaron las imágenes del Che muerto
que dieron la vuelta al mundo.
Morón recuerda bien ese
momento, cuando militares bolivianos y agentes de la CIA se apretaban para
aparecer en esas fotografías que para ellos eran auténticos trofeos de guerra.
Amado por enteras
generaciones y odiado por sus detractores, Ernesto Che Guevara protagonizó los
principales acontecimientos de la Guerra Fría hasta convertirse en uno de los
personajes más reconocidos del siglo XX. En el 50 aniversario de su muerte, en
BBC Mundo preparamos un especial interactivo en el que relatamos los 10 viajes
que lo convirtieron en un revolucionario global.
"He sido la primera
que ha ido a la lavandería. La gente entraba tapándose la nariz, pero no olía a
nada. Llegaron los soldaditos y le alzaban de su cabello para tomarle fotos. Yo
les dije: ' Por favor, hasta en muerto lo martirizan. No pues así '".
Medio siglo pasó de ese
episodio que Ligia Morón relata desde la sala de su casa.
BBC Mundo fue a visitarla
y también estuvo en el lugar en el que se exhibió al guerrillero caído con el
objetivo de reconstruir esas horas en las que Guevara era expuesto al mundo y a
un pueblo atónito que acudió presuroso a contemplar el cuerpo del guerrillero
caído.
Para conocer algo más de
ese extraño ritual que se vivió en el hospital de Vallegrande entre el 9 y 10
de octubre.
El
velorio
Guevara se encontraba
recostado, con los ojos abiertos y su extremidad superior derecha colgando por
fuera de la lavandería.
"Los soldados pasaban
y lo empujaban, nadie le acomodaba el brazo", recuerda Doris Lacio, una
profesora vallegrandina que también acudió al hospital y se acercó al cadáver.
El cuerpo del Che fue depositado
en el lugar con una maltrecha camilla y allí mismo se le practicó una
improvisada autopsia frente a todos, fotógrafos, militares y vecinos.
La mujer, que ahora es
jubilada, añade que los soldados movían los restos del Che " como un
costal de papas ".
Mientras eso sucedía, los
vallegrandinos se trasladaban como podían hasta el centro médico donde exhibían
al argentino-cubano.
El Diario, un periódico
boliviano, publicó en aquel entonces que la pequeña ciudad vivió "momentos
de conmoción" por el traslado de los restos y resaltó el numeroso
"movimiento de pobladores" hacia el hospital esa tarde de octubre.
Era el fin de la campaña
guerrillera con la que el Che pretendía expandir el fuego de la revolución
socialista en Sudamérica .
En el Señor de Malta
también se encontraban algunos militares bolivianos que fanfarroneaban de la
derrota definitiva infligida al famoso comandante, quien apenas unos años antes
había ingresado victorioso a La Habana al lado de Fidel Castro.
La profesora Lacio
recuerda que uno de los coroneles más agresivos invitaba a pasar a los
pobladores gritando: "Vengan, pasen a ver a los chanchos muertos".
El cuerpo del
argentino-cubano no era el único que se encontraba allí en ese momento, pero
era el que concentraba toda la atención.
Entre los gritos de
soldados y el ruido de las cámaras de la prensa mundial, los vallegrandinos
hicieron una fila para pasar cerca de l cuerpo de Ernesto Guevara .
Solo se podía pasar una
vez y luego había que abandonar el lugar.
Así, sin una sola vela ni
arreglo floral, y ningún doliente que reciba el abrazo, se produjo el velorio
del Che.
Vallegrande
1967
La presencia de Guevara
cambió todo en la imperturbable Vallegrande de la década del 60.
Los vallegrandinos que
vivieron en esa época recuerdan que ni siquiera caminar por la plaza principal
era lo mismo en los días de la guerrilla .
Toque de queda en las
noches, el cuartel militar de la zona convertido en un centro de operaciones
antisubversivas, un helicóptero que iba y venía, periodistas de varias partes
del mundo, ruido de disparos y soldados por todas partes.
Ellos coinciden en que el
asombro era generalizado. Era demasiado movimiento para un pueblo que en ese
entonces tenía menos de 8.000 personas, carecía de energía eléctrica y cocinaba
en hornos de barro.
Los cuerpos de los
guerrilleros amontonados y en descomposición en el hospital son otras de las
imágenes que vienen a la mente de la profesora Doris Lacio.
Ella vio los restos de la
argentina Tamara Bunke, también conocida como Tania, la rebelde guerrillera que
se empecinó en acompañar al Che en su última campaña y murió en combate el 31
de agosto de 1967.
Tania y su grupo cayeron
en una emboscada cinco semanas antes que Guevara.
Su cuerpo fue hallado días
después en las orillas de un río y de inmediato fue llevado al hospital de
Vallegrande.
"Una mitad de su
cuerpo estaba más descompuesto por el agua del río, pero se diferenciaba de los
demás. Yo me fijé y se notaba que era una mujer ", recuerda Lacio.
La profesora recuerda como
el largo pelo de la guerrillera ya se había desprendido casi todo y que el
cráneo ya asomaba.
Lacio añade que los
militares exhibían a los guerrilleros muertos para amedrentar al pueblo y
enviar un mensaje: " Eso es lo que le pasa a los comunistas ".
Los
ganadores
La conmoción en
Vallegrande y la congoja entre los múltiples seguidores que tenía el Che en el
mundo no eran para nada compartidas por el ejército vencedor.
Así lo señala el general
retirado Gary Prado, quien en 1967 comandó la decisiva acción militar en la que
Guevara fue capturado.
Él recuerda que lo que
sintió en ese momento fue alivio.
" Con la captura s e
acabó el problema . Podíamos volver con nuestras familias y retornar a la
normalidad. Demostramos al país que estábamos en lo correcto al defendernos de
esa invasión", afirma el militar.
Mientras en el hospital
Señor de Malta se exhibía el cuerpo del guerrillero ante cientos de personas,
Prado permanecía en la zona de combate en búsqueda de los últimos guerrilleros.
Los soldados bolivianos
que derrotaron al Che recibieron un duro entrenamiento de varios meses.
Las tropas que se
desplegaron fueron acuarteladas poco tiempo después de que el gobierno
boliviano recibiera las primeras informaciones de que un foco guerrillero se
gestaba en Bolivia.
"Ese entrenamiento
rindió frutos. Además teníamos al frente un enemigo muy reducido y derrotado.
Lo que más nos costó fue encontrarlos ", recuerda Prado, en entrevista con
BBC Mundo desde su residencia actual en Santa Cruz, Bolivia.
El militar ahora usa silla
de ruedas y una de las paredes del estudio de su casa está llena de fotos de
sus años de gloria.
Los
niños
Daysi Rosado creía que los
guerrilleros eran gigantes, mientras Alfredo García no puede olvidar el miedo a
los soldados y el olor de los cadáveres.
Ella tenía 8 años y él 12
cuando pasó todo. Vivían en Vallegrande en 1967 y todavía siguen allí.
García llegó a ser alcalde
de la ciudad, mientras la mujer actualmente es directora de la Unidad Educativa
Ernesto "Che" Guevara .
La escuela fue rebautizada
con ese nombre hace un año por decisión de Evo Morales.
Daysi y Alfredo tienen
recuerdos muy distintos a los de los adultos de ese entonces.
Cuando Rosado escuchó a su
padre decir que había 300 soldados por cada combatiente del Che se imaginó que
los guerrilleros eran una especie de hombres enormes y creía que Guevara era
"el más grande de todos".
Por eso, después de la
ejecución del argentino-cubano y su traslado a Vallegrande, ella decidió ir a
verlo a pesar de que nunca salía sola de su casa.
Llegar fue fácil, solo
tuvo que acompañar a la multitud .
"Mi papá se fue a su
pampa porque era agricultor y mi mamá estaba de viaje. Entonces me fui. Salí de
mi casa al hospital para verlo. Fui por donde iba la gente", recuerda Rosado.
La entonces niña relata
que cuando logró entrar pudo estar frente a frente con el guerrillero
fallecido, cuyos ojos permanecían abiertos.
"Yo lo miraba y
sentía que él me miraba. Lo que yo pensé es que ese hombre no estaba muerto
", narra Daysi.
García, por su parte, no
olvida a los 29 guerrilleros descompuestos que vio durante esas semanas de 1967
y el olor que desprendían.
" Para los niños era
terrible ver cráneos destrozados y los cuerpos dañados. No puedo olvidar el
susto", rememora el hombre que ahora tiene 62 años.
García recuerda que el
único cadáver que se encontraba más o menos "sano" era el del Che,
porque arribó a Vallegrande poco después de su fusilamiento.
"Normalmente no dejan
ver cadáveres a los niños, y en un velorio arreglan muy bien a los muertos. No
deberíamos haber ingresado a verlo", concluye García, 50 años después.
Sin embargo, Alfredo y
Daysi no fueron los únicos menores en ver los cuerpos de los guerrilleros.
Cursos enteros de niños y
adolescentes vallegrandinos fueron llevados al velorio del Che... para que no
se les ocurr ier a seguir su ejemplo .
Vallegrande,
2017
"Seamos libres, lo
demás no importa".
Es uno de los cientos de
mensajes, nombres y dibujos que ahora están grabados en la lavandería donde se
veló a l cuerpo del Che en 1967 .
Además de las pintadas y
grafitis, que los seguidores de Guevara hacen desde hace décadas, la única
diferencia 50 años después es que una cesta de flores ocupa el lugar donde,
según las fotos, solían estar un grifo y una manguera.
Después, todo permanece
igual.
La lavandería sigue
protegida por tres paredes y un techo de caña y tejas.
La construcción es la
misma, pero ya no está rodeada de tierra y piedras como en ese entonces, sino
por un parque con césped y flores .
Octubre es un mes en el
que predomina el calor seco en Vallegrande. Con muy pocas o ninguna nube en el
horizonte.
Así recuerdan, quienes
fueron testigos, esa tarde en la que el cadáver del Che fue depositado en la
lavandería.
Ahora ya no se lavan
sábanas ni uniformes de enfermera en ese sitio convertido uno de los puntos
esenciales de peregrinación para los seguidores del Che.
Hasta hace pocos años el
acceso era irrestricto, pero ahora es necesario acudir con los guías locales
que cargan las llaves del lugar.
Ellos conocen de memoria
cómo fueron los últimos momentos de vida de Ernesto Guevara y los detalles de
su velorio en esa lavandería, poco antes de que su cuerpo fuera desaparecido
por militares bolivianos .
"Es que todos
escuchamos estas historias desde niños", señala a BBC Mundo Leonardo, uno
de los guías que supo del paso de los guerrilleros barbudos por su abuela y sus
tías.
Leo, como le gusta que le
digan, ahora pasa los días entre la lavandería y la fosa en la que fueron
descubiertos los restos de Che tres décadas después.
Un cuadro con el rostro
del Che ahora acompaña a la vieja radio en el fondo de la sala de Lijia Morón.
La mujer afirma que no le
importa que la Telefunken ya no funcione porque ella casi ya no puede escuchar.
La radio ya no transmite
más noticias del mundo, pero mantiene su lugar preferencial en esa casa. En una
esquina al lado de la mesa del comedor.
Es que tener una radio en
Vallegrande en esa época no era poca cosa. Todo lo contrario.
Lijia ahora pasa los días
con las puertas de su casa abiertas. " C omo buena vallegrandina ".
En este pequeño pueblo es
normal que un vecino ingrese a tu sala sin pedir permiso para pasar horas
conversando sobre el pasado.
Como lo hizo BBC Mundo.
Al despedirse, la mujer
muestra el cuadro de Guevara y suelta un último recuerdo de ese 1967 que relató
como si hubiese sido ayer.
"Cuando lo vi, noté
que ni un mosquito lo había picado. ¡Con tanto bicho que hay por allá!".
No hay comentarios:
Publicar un comentario