Esta
foto de archivo de octubre de 1967 muestra el cadáver del revolucionario
cubano, nacido en Argentina, Ernesto “Che” Guevara tras haber sido ejecutado en
Bolivia. El 9 de octubre del 2017 se cumple 50 años de la muerte de Guevara.
BUENOS AIRES. Nacido en
Argentina, trotamundos, comandante en Cuba de la primera revolución socialista
triunfante en América Latina, rostro adusto en una camiseta, soldado en África,
muerto en Bolivia, modelo para seguir o a eliminar. Cincuenta años después de
la muerte de Ernesto “Che” Guevara, su figura sigue siendo tan palpable y polémica
como en la década de 1960.
“La desigualdad que había
cuando él luchaba hoy es mayor, la concentración económica es mucho más grande,
aquello por lo que el luchó está presente. Estaría en el mismo lugar que estuvo
siempre, enfrentando aquello. Él ponía el cuerpo adelante y por eso en Bolivia
le fue como le fue”, dijo desde Buenos Aires, en una entrevista con The
Associated Press, el hermano menor del Che, Juan Martín Guevara.
El aniversario de cinco
décadas de la desaparición física del Che será ocasión para actos en lugares
tan distantes de América Latina como Argentina, Bolivia y, por supuesto, Cuba,
donde se le considera un héroe nacional y donde su recuerdo se cultiva con esmero.
En la Plaza de la
Revolución de La Habana, la principal del país, su rostro es parte principal
del decorado. Miles de admiradores la visitan cada año.
Los niños de las escuelas
cubanas comienzan sus mañanas escolares al grito de “pioneros por el comunismo,
seremos como el Che”, fotos suyas adornan dependencias públicas y las salas de
algunos hogares; mientras sus discursos o dichos suelen ser citados por las
autoridades o los ciudadanos de a pie.
Cuba hizo un enorme
despliegue científico y diplomático para lograr que los restos de Guevara y su
guerrilla, caídos en Bolivia, fueran rescatados a finales de la década de 1990
y se trajeran a un mausoleo especialmente construido en Ciudad de Santa Clara,
donde él instaló su comandancia inicialmente.
El Che fue capturado el 8
de octubre de 1967 por el Ejército de Bolivia, a donde se había trasladado para
hacer la revolución. Lo fusilaron un día después en el pequeño poblado de La
Higuera.
Su hermano Juan Martín,
hoy de 74 años, recordó el día en que se enteró de la muerte del guerrillero.
Había madrugado y al observar la tapa de un periódico con la fotografía del
cuerpo sin vida del legendario comandante tuvo el presentimiento de que esta
vez sí lo habían abatido. Eran principios de octubre de 1967.
El menor de los Guevara
publicó este año el libro “Mi hermano el Che”, con el que busca revelar la
intimidad familiar del lugarteniente de Fidel Castro en la revolución cubana y
derribar muchas de las mentiras que se escribieron sobre él en innumerables
biografías.
“Se decía que éramos una
familia aristocrática y oligárquica y de alta clase social. Desmiento eso con
datos concretos... Era una familia de pocos recursos, muy estudiosa, muy culta,
muy politizada, muy rupturista de las estructuras”, describe el escritor
Guevara.
Hijo de Ernesto Guevara y
Celia de la Serna, el Che nació el 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina.
Luego llegaron Celia, Roberto, Ana (ya fallecida) y Juan Martín.
“En mi casa dos cosas no
se aguantaban: la Iglesia y los militares. En ese contexto se dio el
crecimiento de una persona con mucho más inquietudes que las de otra gente del
mismo nivel”, apuntó el menor de los hermanos Guevara.
Poco después del triunfo
de la revolución cubana en 1959, la familia Guevara fue invitada a La Habana.
Juan Martín tenía 15 años cuando se reencontró con su hermano, ya convertido en
una figura emblemática de la izquierda revolucionaria y símbolo de la justicia
social de muchos de los movimientos sociales del planeta.
El autor de “Mi hermano el
Che” sostiene que detrás de la captura de su hermano no estuvo solo la CIA,
como da cuenta la historia oficial. “A la KGB (servicio secreto de la ex Unión
Soviética) no le convenía una América Latina revolucionaria o socialista. Tanto
Estados Unidos y Rusia estaban en este punto de acuerdo”.
En Florida, donde vive aún
un puñado de exiliados cubanos de la primera hora revolucionaria, la imagen de
Guevara y su legado generan urticaria.
A comienzos de septiembre
una exposición patrocinada por la embajada de Irlanda con el rostro de
latinoamericanos famosos de ascendencia de aquella nación e instalada en el
aeropuerto de Miami ocasionó tantas quejas que su fotografía _con un pie en el
cual se explicaba que fue un médico y luchador contra las injusticias_ debió ser
sacado antes de las 12 horas.
Juan Martín Guevara es un
fuerte crítico del mercadeo alrededor de la figura de su hermano e incluso no
está de acuerdo con el santuario que se levantó en La Higuera, donde miles de
turistas le rinden tributo cada año.
“El Che como producto es
atractivo, la remera (camiseta), el mercadeo. Son vendibles, un buen negocio
para comerciantes”, opinó “De esa manera se lo vulgariza, se lo banaliza, se lo
degrada desde el punto de vista ético, político”.
En Cuba, los propios hijos
del Che suelen quejarse del uso mercantil de la figura de su padre y en cambio
rescatan la vigencia ideológica de su legado de fuerte contenido
antiimperialista y su denuncia del papel de Estados Unidos como gran potencia
en el mundo actual.
“Siempre (hay que)
acordarse de lo que decía el Che: al imperialismo yanqui no se le puede dar ni
un tantito así, nada. Y eso es lo que tenemos que seguir haciendo”, dijo Aleida
Guevara, en declaraciones a la AP en Cuba.
Por PAUL BYRNE y ANDREA
RODRÍGUEZ
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