Mi
parecer sobre la reconstrucción de Boba
Hay una etapa de la vida
de cualquier naguero o naguera en que la palabra Boba es sinónimo de quipes y empanadas,
¡vamos pa' Boba! significa sentarse en el viejo rancho a la orilla del río y
frente al puente a darse una “buena jartura” sin embargo pasa mucho tiempo para
que alguien se motive a doblar a la derecha y llegar hasta el hoy archifamoso
pueblito.
Boba es un caserío que
aprovechando que nadie lo ve desde la pista se ha ido metiendo al mar “chin a
chin”, atento a su gracia se ha adueñado de las arenas hasta conformar un
paisaje colorido y pintoresco que se expande a lo largo de un serpenteante camino
que muere en las arenas de la Gran Laguna entregándose al mar como un
desahuciado consciente de su destino que en vez de evitar su fin lo ansía con
desespero.
Mil historias sobre el mar
tienen sus moradores, ayer me contaba una señora con la cara quemada por el sol
y un viejo rosario en manos que en el 1946 cuando el terremoto aquel, el río
cambió su curso y corrió al revés, que el mar arrasó lo poco que había, que
ella era una niña y no se recordaba del suceso pero que después de Irma solo
puede pensar en eso. La entendí porque la catástrofe aún se siente en el aire
espeso y en los ventarrones, en las miradas y en los temores.
Al llegar al pobladito se
observa la destrucción, todos los escombros, troncos gigantescos, basura y
ruinas de otros lugares que el mar trajo con sus olas aun reposan en las
arenas, techos sin muros y muros sin techos se observan por doquier, “esto fue
increíble, el mar se fue para atrás y cuando vino fue a acabar” me dijo José
Miguel un joven con el que conversé, “mire critiano, aquí Dio' metió su mano
poique cuando pensabamo' que ya no íbamo' a jodei la brisa comenzó a soplai ai
reve, o sea de la tierra pai la mai, eso nos saivo” me dijo un señor aún
asustado.
“El mar no entró a Boba,
fue que Boba entró en el mar” me dijo un hombre alto y huesudo con la piel
tostada, “aquí no se puede vivir, aquí no se puede vivir, lo sabía cuándo
llegue aquí con papá siendo un muchachito”, agregó y como un tiro de gracia
enfatizó “es que todo esto es de la mar mi hijo, todo esto es de la mar”.
A pesar de que en Boba la
asistencia de las autoridades y de la sociedad ha sido ejemplar se debe tener
cuidado en no ejercer una solidaridad que más temprano que tarde traiga
consecuencias fatales, está bien que las viviendas que han sido semi-destruidas
sean reconstruidas y habilitadas pero no se le debe otorgar carácter
definitivo, hay que pensar en una reubicación total de las familias que habitan
en el área más vulnerable, (digo “más vulnerable” porque en Boba no hay lugar
seguro).
Esa reubicación que debe
abarcar no solo las viviendas semi-destruidas y destruidas sino aquellas que
aunque no sufrieron daños se encuentran en la zona crítica debe hacerse en un
lugar seguro previamente analizado a través de los estudios topográficos y
geotécnicos necesarios y esto puede tomar un poco de tiempo pero es la manera
como se ejerce una autoridad responsable, la nueva Boba debe ser segura,
sustentable y sostenible.
Dios, que no improvisa sus
acciones, les presenta a quienes ejercen el poder una oportunidad única para
hacer las cosas bien y sentar un precedente que pudiese multiplicarse y
reproducirse en todas nuestras zonas vulnerables. Las autoridades deben buscan
una solución temporal a las familias que han quedado sin techo que les permita
tomarse el tiempo prudente para preparar un proyecto integral y no sucumbir
ante la desesperación y la prisa la cual siempre es mala consejera.
Geraldo Fernández L.
Excelente narrativa bañada de niveles de lenguas literarias: coloquial y culto... Penetrando en nosotros para concienciar!
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