CÉLINE AEMISEGGER Agencia EFE
GINEBRA
Suiza, que gestiona el 25 % del patrimonio extranjero depositado en los 266
bancos con los que cuenta, se despide a partir de este domingo de su sagrado
secreto bancario, que le ha permitido atraer fortunas durante décadas, pero que
se había agrietado ya en los últimos años por la presión internacional.
El
país helvético, que ha gozado durante años de un sistema bancario impenetrable
ante los intentos de terceros de conseguir los datos de sus ciudadanos con
cuentas en Suiza, empezará desde el domingo a reunir datos bancarios de
clientes extranjeros en el marco del intercambio automático de información
acordado con 38 socios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE).
Suiza
aceptó en 2014 sumarse al estándar global de la OCDE para no perder su estatus
de plaza financiera internacional y en 2015 firmó un acuerdo con la Unión
Europea (UE).
Aunque
no comenzará a intercambiar los datos bancarios hasta 2018, en la práctica
entierra ya en este 2017 el secreto bancario al iniciar los pasos necesarios
para entregar la información de este ejercicio de sus clientes extranjeros el
año próximo.
Se
trata de un paso doloroso para un país tan orgulloso de su secreto bancario,
que data de 1934.
“A
mí no me parece bien. El intercambio automático de información bancaria supone
el fin del secreto bancario”, señaló Samuel Müller, un ingeniero de 66 años,
sobre un sistema que ha formado parte del orgullo suizo, pese a casos como el
oro nazi o los miles de millones depositados por dictadores en cuentas
helvéticas.
Suiza
es el líder indiscutible en la gestión de fortunas privadas de extranjeros, al
copar el 25 % de la cuota mundial de este negocio, según datos de la Asociación
Suiza de Banqueros (ASB).
El
mercado financiero aporta el 9,3 % al PIB suizo y el sector bancario genera
167,000 puestos de trabajo.
Gestiona
fortunas por valor de 6,6 billones de francos (6,1 billones de euros), de los
que la mitad proceden del extranjero.
Ha
sido de hecho la presión desde el exterior, sobre todo por parte de Estados
Unidos, la que ha minado poco a poco el secreto bancario hasta conseguir
levantarlo.
Simone
Fischer, auxiliar de Farmacia de 38 años, comprende el razonamiento detrás del
argumento de los otros países para evitar que se esconda ante sus respectivas
Haciendas dinero en cuentas suizas, porque “tampoco Suiza quisiera que
desapareciesen miles de millones” de ciudadanos helvéticos en el exterior.
Pero
lamenta que el país “haya tenido que levantar el secreto bancario por presiones
y exigencias desde fuera”, dijo.
Suiza
quiso evitar durante mucho tiempo tener que entregar datos de clientes
estadounidenses a EEUU, en una disputa que comenzó en 2008, pero cuando el
Departamento de Justicia denunció al banco UBS y amenazó con retirarle la
licencia en el país, no tuvo otra opción.
Era
improbable que la entidad sobreviviera a la demanda y Suiza no podía permitirse
dejar quebrar a uno de los bancos más importantes para la economía helvética.
En
2009 Suiza entregó los datos de 4,450 clientes estadounidenses a EEUU,lo que
supuso el principio del fin del secreto bancario.
Durante
los años siguientes y a raíz de más investigaciones en EEUU y otros países que
implicaban a más bancos helvéticos y extranjeros en Suiza, escándalos con datos
robados y el impulso dado por el G20 y la OCDE a la lucha contra la evasión y
elusión fiscal, las grietas del secreto bancario se ahondarían más y más.
Suiza
solo entregaba información a solicitud de países con los que tenía un acuerdo
para evitar la doble imposición, pero la cooperación no estaba asegurada, ya
que la administración en cuestión tenía que demostrar que el titular de la
cuenta bancaria había evadido impuestos y no cabían intentos de averiguaciones
genéricas sin el nombre del cliente ni el número de la cuenta.
A
partir de 2018, las Haciendas de otros países ya no tendrán que cursar
solicitudes específicas sobre cuentas de sus ciudadanos en Suiza, sino que la
información será entregada anualmente de forma automática, con una excepción:
la Confederación Helvética sigue -al menos de momento- negándose a cooperar en
base a datos robados.
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