JUAN
CARLOS HIDALGO NOS ENVIA ESTE HERMOSO TRABAJO. PUEDE SER UNA REFLEXION PARA
OTROS.
SANTO DOMINGO. Hasta
principios de 2012, Yomar Medina encabezaba una pandilla que protagonizaba
sangrientos enfrentamientos por el control de áreas en su barrio natal La
Ciénaga, hasta que fue detenido por la Policía, y condenado a ocho años de
reclusión en la cárcel La Victoria.
Hoy, “El Ñame” reserva su
furia para cuando sube al cuadrilátero sobre todo el rival que se le ha puesto
de frente, y en cada combate añade capítulos a una novela que espera termine
como guión de película, pero no en Hollywood, sino en Las Vegas, el Wimbledon
del boxeo.
Medina, de 22 años, boxeó
entre 2005 y 2008 en el club Capitán Peña antes de ser atrapado por la
corriente vandálica, y una vez se vio encerrado en la prisión del norte de
Santo Domingo se reencontró con los guantes y el ring, gracias a un programa
implementado por la Comisión Nacional de Boxeo y la Procuraduría General de la
República.
“Comencé a practicar sin
ningún motivo, nada, normal, eso era lo que tenía en la sangre, eso era lo
único que podía hacer ahí dentro, hasta que hallé una mano amiga que me ha servido
como padre, como amigo, como hermano, como buen consejero, una persona a la
cual no pienso defraudar mientras vida tenga”, dijo Medina en alusión a
Franklin Núñez, comisionado Nacional de Boxeo.
Luego de ganar cinco
peleas en las 135 libras, cuatro de ellas por nocaut, en veladas montadas en el
gimnasio Wilfredo Rivera instalado en el penal, Medina recibió un permiso
especial para ser parte de una cartelera montada en el hotel Jaragua en febrero
pasado, y allí también el poder de sus puños fue demoledor.
El mes pasado volvió al
mismo hotel, y también noqueó para mejorar a 7-0. Si bien han sido rivales con
marcas nada impresionantes (1-120) y en un lapso de 11 meses, el veterano
entrenador Vicente “Fuin Fuán” de la Cruz ve en Medina un diamante en bruto.
“Tiene algo que no se
aprende, la valentía, con eso se nace”, dijo De la Cruz, quien ha preparado a
púgiles como Javier “Abejón” Fortuna y Félix “Mangú” Valera, campeón mundial el
primero y ex monarca el segundo.
La condena a Medina fue
reducida a cuatro años, condicionada al cumplimiento de una serie de
actividades de orientación, y su último pleito lo hizo sin tener que dormir en
La Victoria tras el combate.
“Me portaba intratable, en
un tiempo fui carpetoso, no puedo tapar el sol con un dedo. No me gustan los
abusos, no me gustan las malas reacciones de otras personas hacia los más
débiles. (Ya en la cárcel) ponía en su puesto al que tenía que poner, obvio,
porque estábamos en un lugar que no hay personas mansas, y todo el que está ahí
es tiguere”, recuerda Medina.
No sólo el arte de
Fistiana jugó para dar ese cambio radical a su vida. Se cansó de vivir en la
zozobra de dormir “con un ojo abierto”, por el peligro en que se encontraba
junto a sus progenitores y sus cinco hermanos.
“Mi mamá tenía mucho sufrimiento,
mucho tropiezo conmigo, tenía que salir a cada rato corriendo (abandonar la
casa), porque si no me encontraban a mí la encontraban a ella, gracias al Dios
todopoderoso que eso fue en el pasado”, dijo Medina, a quien apodaban Tyson de
pequeño, y que se declara admirador.
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