México EFE.-
Interpol emitió este domingo una alerta internacional por la fuga del capo del
narcotráfico Joaquín "El Chapo" Guzmán, jefe del cártel de Sinaloa,
el sábado por la noche del penal Altiplano I en el Estado de México (centro),
informaron a Efe autoridades federales mexicanas.
Además de la alerta, que
significa "una solicitud de apoyo" a todas las policías que pertenecen
a Interpol, de más de un centenar de países, "hay un aviso migratorio en
toda la República para detectar en centrales de camiones, aeropuertos y puertos
marítimos" la posible presencia del delincuente, agregaron las fuentes.
Joaquín Guzmán, que permanecía
recluido en el penal Altiplano I desde su captura febrero de 2014, se escapó
por un túnel de 1,5
kilómetros que conectaba los baños del presidio con un
domicilio cercano, en lo que ha sido su segunda fuga de una cárcel de máxima
seguridad, tras la que protagonizó en enero de 2001.
LA FUGA DEL CAPO MÁS
PODEROSO
18 funcionarios son
interrogados por la fuga de ‘El Chapo’ Guzmán
El narcotraficante
había sido detenido en una operación en Sinaloa en 2014. Las autoridades
mexicanas han confirmado su huida
Lo imposible ha ocurrido. Joaquín Guzmán Loera, El Chapo,
uno de los mayores narcotraficantes del planeta, se ha fugado. El líder del
cártel de Sinaloa, de 58 años, se escapó a las nueve de la noche del sábado del
penal de máxima seguridad de El Altiplano por un túnel de 1.500 metros .
Un pasadizo, iluminado y ventilado, por el que se ha
venido abajo el orgullo de las fuerzas de seguridad mexicanas. La magnitud de
la obra, que tenía hasta rieles para sacar escombros; la peligrosidad del reo,
que sólo necesitó ir a la ducha para desaparecer, y la impunidad que revela
todo el increíble plan de huida sitúan al Gobierno mexicano ante el más grave
de los retos y ponen en duda su capacidad para hacer frente a su enemigo público
número uno.
Su captura hace un año, considerada como un éxito sin
precedentes en la lucha contra el narco, se enfrenta ahora a su reverso. Y lo
que es peor, a la imparable sospecha de que recibió ayuda desde el interior del
presidio. Todo el personal de la prisión, hasta ahora la más segura de México,
ha sido retenido y 18 funcionarios están siendo interrogados en la capital.
La última grabación en la que se le ve quedó registrada a
las 20.52. Tras tomar su medicación, El Chapo se dirigía en ese momento al área
de duchas. Allí, fuera de la zona de videovigilancia, inició su fuga. Todo
estaba milimétricamente preparado. Oculta bajo una trampilla, se había excavado
una boca rectangular, de 2,5 metros cuadrados . Este orificio comunica
con un conducto vertical de 10
metros de profundidad, en el que los delincuentes
instalaron una escalera. Tras bajarla, Guzmán Loera no tuvo más que pasar al
túnel final (1,7 metros
de altura y 70
centímetros de ancho) y llegar, bajo luz eléctrica y
buena ventilación, hasta un inmueble en obras de la Colonia Santa Juanita. Ahí,
desapareció. Atrás sólo quedaron útiles de obra.
El túnel, fruto de meses de trabajo, desata todo tipo de
preguntas. ¿Cómo es posible horadar una cárcel de máxima seguridad sin que
nadie se dé cuenta? ¿Cuánto tiempo transcurrió hasta que se dio la voz de
alarma? ¿Con qué apoyos internos y externos contó El Chapo? El Ejecutivo
mexicano fue incapaz de aclarar ninguna de estas cuestiones. El titular de la
Comisión Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, visiblemente afectado,
se limitó a leer un comunicado con los datos básicos y recordar que se había
puesto en marcha un protocolo de seguridad. Este plan incluyó el cierre del
aeropuerto de Toluca, en el Estado de México, donde se ubica la cárcel, así
como el despliegue de cientos de policías. Doce horas después de la fuga, el
operativo no había dado ningún resultado.
La cárcel de El Altiplano, a una hora en coche del
Distrito Federal, forma parte de las leyendas carcelarias mexicanas. En sus 27.000 metros cuadrados
se mezclan desde el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, hasta criminales como
Servando Gómez Martínez, alias La Tuta, líder de los Caballeros Templarios; el
despiadado Edgar Valdez Villarreal, La Barbie; Héctor Beltrán Leyva, El H, o
Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino, el padre de los grandes narcos,
incluido El Chapo. De sus rejas jamás se había escapado ningún reo. Considerado
inexpugnable, el penal está sometido a vigilancia excepcional y, al menos en
apariencia, impone a los presos un intenso control. Este hecho ha motivado
episodios tan ambivalentes como la carta firmada en febrero pasado por todos
los grandes capos en la que se que se quejaban de sus “indignas e inhumanas”
condiciones.
La huida de El Chapo, cuya extradición a EEUU había sido
denegada por no haber riesgo de fuga, derriba de cuajo este mito y vuelve a
poner a las fuerzas de seguridad mexicanas en la situación previa al 22 de
febrero de 2014. Ese día, los comandos de la Marina detuvieron al capo en el
departamento 401 del Condominio Miramar, frente al malecón de Mazatlán, en
Sinaloa. La captura puso fin a una larga e intensa búsqueda que se había
acelerado una semana antes, cuando estuvieron a punto de atraparle en su casa
de seguridad de Culiacán. Salvado por la puerta de blindaje hidráulico, que le
dio unos minutos de oro, pudo huir a través de un pasadizo que desembocaba en
las alcantarillas. Acompañado de su escolta, el teniente desertor Alejandro
Aponte Gómez, El Bravo, decidió huir a los cerros de Sinaloa, el corazón de su
imperio. Pero antes quiso ver a su esposa, Emma Coronel, y a sus hijas gemelas.
Las pistas acumuladas y las intervenciones telefónicas (más de 100) permitieron
a las fuerzas de seguridad localizarle. El Chapo entró en el hotel de Mazatlán
en silla de ruedas, disfrazado de anciano. Cuando los comandos irrumpieron en
la habitación, se había ocultado en el baño. Eran las 6.50. Sobre la cama
quedaron una maleta rosa, un bote de champú y un montón de ropa desperdigada.
Había sido arrestado sin un disparo.
La captura puso entre rejas a un narcotraficante que desde
su rocambolesca fuga en 2001 era considerado prácticamente intocable. Guzmán
Loera sólo había sido detenido anteriormente, en Guatemala en junio de 1993 en
una operación bajo mando mexicano. En aquel entonces ya era un capo importante.
Un hombre de orígenes paupérrimos y que escribía con dificultad, pero cuya
sangre fría le había hecho prosperar a la sombra del líder del cártel de
Guadalajara, Miguel Ángel Félix Gallardo, apresado en 1989 y que precisamente
ocupa celda en El Altiplano. Tras esta primera detención en Guatemala,
permaneció siete años en prisión, hasta que la noche del 18 de enero de 2001,
ocultó en un carro de lavandería, se escapó de la cárcel de máxima seguridad de
Puente Grande, en Jalisco. Al menos 71 personas, entre ellas numerosos
funcionarios, participaron en la fuga.
Fue entonces cuando empezó su verdadero ascenso. Rompió
con sus socios y desató la guerra contra otros cárteles. A sangre y fuego su
poder fue creciendo. No hubo límite en esta expansión. Se enfrentó a los
temibles zetas, libró una oscura batalla en Ciudad Juárez, doblegó sin
compasión a los cárteles más débiles. Abrió nuevas rutas internacionales para
la cocaína. Sus años dorados fueron el infierno de México. Era la guerra. Y el
Estado respondió con la movilización del Ejército. El país entró en estado de
choque. Mutilaciones, decapitaciones, asesinatos en masa se volvieron moneda
corriente, mientras en la cúspide del dolor, El Chapo acumulaba una fortuna
que, según Forbes, le situaba entre los hombres más ricos del país. El niño
criado en las estribaciones de la Sierra Madre oriental, el agricultor de
modales torpes, se había convertido en el señor oscuro de América.
Su poder era excesivo. El Departamento del Tesoro de EEUU
estableció que controlaba a lo largo de 10 países una red criminal formada por
288 empresas y miles de operadores. Y su capacidad letal, cristalizada en un
ejército de sicarios, ponía en cuestión al mismo Estado. Una inmensa maquinaria
se puso en marcha para someterle a la ley. Por ello, cuando llegó su caída, fue
vista no sólo como un triunfo del Estado de derecho, sino como el principio de
fin de la vorágine y el ocaso de una era, la de los grandes señores de la
droga.
Bajo estas coordenadas, el Gobierno de Enrique Peña Nieto
ha conseguido en dos años y medio acabar con los principales capos que
simbolizaban este reto. El primero en caer fue Miguel Ángel Treviño, el Z-40,
el hombre que pobló México de decapitaciones y que en sus orgías de sangre
aseguran que llegaba a morder los corazones de sus víctimas. Luego llegaron
muchos más, como Nazario Moreno, El Chayo, cabecilla de la narcosecta de Los
Caballeros Templarios; su sucesor La Tuta, y en marzo pasado Omar Treviño
Morales, el Z-42. Estos éxitos han sido presentados como una seña de identidad
del Ejecutivo y han hecho creíble un combate que durante años se movió entre el
escepticismo general. La fuga del penal de El Altiplano y sus más que
previsibles repercusiones políticas, van a zarandear de firme estos logros. El
Chapo vuelve a estar libre. El Estado mexicano se enfrenta, de nuevo, a su
mayor enemigo.
Así fue la increíble
nueva fuga de "El Chapo" Guzmán
Alberto Nájar/BBC
Mundo, Ciudad de México
Hace un año después de recapturar a Joaquín Guzmán Loera,
"El Chapo", las autoridades mexicanas aseguraron que no existía la
posibilidad de que el capo se fugara de nuevo.
Pero no fue así.
El exlíder del Cartel de Sinaloa y quien fuera uno de los
delincuentes más buscados del mundo, escapó por un túnel de la prisión de alta
seguridad de El Altiplano, donde se encontraba.
Se trata de una excavación de 1.500 metros de
longitud, según informó este domingo el comisionado Nacional de Seguridad,
Monte Alejandro Rubido.
La entrada del túnel se encontró en el área de regaderas
de la prisión.
A ese lugar llegó El Chapo a las 20:52 del sábado. Fue el
último sitio donde lo detectaron las cámaras de seguridad del penal.
"Hasta ese momento la jornada había transcurrido de
manera normal y alrededor de las 20:00 horas se le había suministrado su dosis
diaria de medicamento", indicó el funcionario.
Cuando los custodios se dieron cuenta que Guzmán Loera no
salía de las regaderas fueron a buscarlo a su celda. Ya no estaba.
Túnel con
iluminación y rieles
En el baño se encontró un hueco que comunica con el túnel,
excavado a 10 metros
de profundidad.
Cuenta con iluminación y tubos de plástico para
ventilarse.
Para la excavación se utilizó un mecanismo de tracción
accionado por una motocicleta para sacar, sobre rieles, la tierra de la
construcción.
La salida se ubicó al suroeste de El Altiplano, en una
casa en construcción en la colonia Santa Juanita.
Construida en 1990, a la prisión se le consideraba como la de
mayor seguridad en el país.
En el lugar se encuentran algunos de los delincuentes más
peligrosos de México.
Sus medidas de vigilancia se consideran extremas, e
incluso recientemente "El Chapo" y otros detenidos se quejaron ante
la Comisión Nacional de Derechos Humanos por lo que llamaron "condiciones
inhumanas" en su reclusión.
Búsqueda
En un mensaje que leyó a periodistas, Rubido dijo que 18
trabajadores de la cárcel del Altiplano son interrogados por la Procuraduría
(fiscalía) General de la República (PGR).
Sin embargo, no se informó si tienen responsabilidad en la
fuga.
Los custodios y el personal administrativo de la prisión
que laboraban el sábado por la noche permanecen dentro de las instalaciones de
El Altiplano.
No se permitió el relevo del turno, que se realizaría este
domingo.
Mientras en los alrededores del pueblo de Almoloya de
Juárez, donde se encuentra el penal, se instalaron retenes de revisión en todas
las carreteras y caminos vecinales.
Un helicóptero realizó sobrevuelos en la zona. Las
operaciones del cercano aeropuerto de Toluca se suspendieron durante varias
horas.
Hasta el momento no se conoce el paradero de "El
Chapo", quien permaneció en prisión 17 meses después de ser recapturado el
22 de febrero de 2014.
Guzmán Loera había escapado de otra cárcel de alta
seguridad, llamada Puente Grande, el 19 de enero de 2001.
Historias paralelas
El Cartel de Sinaloa, que fundó Guzmán Loera con otros
capos, suele utilizar túneles para el trasiego de drogas y armas.
En ciudades de la frontera con Estados Unidos, como
Nogales, Mexicali y Tijuana se han detectado excavaciones parecidas a la que
ahora utilizó "El Chapo" para fugarse.
En febrero de 2014, el capo escapó de la Marina por un
túnel en la casa donde se encontraba en Culiacán, Sinaloa.
La excavación se comunicaba con la red de drenaje de la
ciudad.
No es ésta la única similitud con lo que ahora se vive.
En 2001 Joaquín Guzmán salió de prisión dentro de una
cesta con ropa sucia.
Esta vez el capo se escapó del área de regaderas que es
utilizada por los internos del penal para lavar su ropa y otros enseres personales.
En los dos casos la fuga ocurrió un sábado por la noche.
El gobierno de México emitió una alerta roja para la
recaptura de Guzmán Loera, quien vuelve a ser el delincuente más buscado del
país.
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