Por: Nélsido Herasme
El doctor Fello Suberví es un líder en la capital y ello
quedó demostrado el pasado sábado cuando a su entrada a ritmo de redoblantes
fue recibido como todo un candidato ganador, en el marco de la marcha que
realizó su partido.
No hay nada que buscar en la gallera electoral capitaleña,
más bien, el dueño del quiquiriquí haría ganaría si a tiempo lo retira.
Cuando una pelea de gallo es desigual, el dueño de uno de
los ejemplares dice “desembótelos que la pelea no va. Fello Suberví, como gallo
de lidia, garboso, bien alimentado y con la experiencia de varias peleas ganadas
no tiene contrincante.
Traigo esto a colación, a propósito de la obra “Un gallo
sin dignidad”, de la autoría del profesional de las letras, Rafael Peralta
Romero, quien ha establecido la diferencia existente en una traba, entre dos de
la misma especie: uno elegante y bien cuidado y otro enclenque y desplumado.
A mí, que me gusta un poco la política, aprovecho para
observar que tal situación actualmente se da en el terreno electoral
dominicano. Por un lado, Fello Suberví, que es un gallo de lidia, con un brillo
relumbrante, el cual está preparado para enfrentar a su contrincante interno,
que visto de cerca luce pálido y mal alimentado.
El ejemplar de la cuadra perremeísta, bien recortadito,
con sus plumas lustrosas y su piel rojiza está dispuesto a dar un solo
espuelazo a su rival.
Un gallo de pelea es aquel que es sometido a un riguroso
entrenamiento, similar al de un boxeador, con una buena alimentación, limpieza
corporal y peso controlado, el cual es celosamente cuidado por su dueño. En ese
sentido me parece que se está hablando del ex alcalde Fello Suberví, quien en
ocasiones suele hablar de noqueo y llevar a la lona de un solo puñetazo a su
adversario.
De su lado, el otro gallo, (por así llamarlo) es una
especie de sandbag, el cual siempre está atado con una soguita de una estaca,
expuesto a las inclemencias del tiempo, que come lo que le echen, porque total,
su papel es el de una mona de traqueo.
En el movimiento gallístico, la mona está condenada al
sufrimiento; lo mejor que le puede pasar es que su dueño un día se la coma o la
deje morir en la soledad.
Eso es lo que percibe el electorado en las calles, luego
del fuerte y vigoroso sacudión que recibió el Gran Santo Domingo el pasado fin
de semana.
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