Stanislaw
Peña: Buenos días Presidente.
Trujillo: Buenos día, siéntese.
S.
P: ¿De seguro podré preguntar lo que quiera?
T: Lo que quiera.
S.
P: Como es tan extenso su currículo… haré las preguntas sin tomar en cuenta el
orden cronológico… a ver… ¿el porqué de su nombre?
T: Mi nombre me lo puso mi papá: Rafael
por el pintor español y Leónidas por el general espartano.
S.
P: Me lo imaginaba… este, en su vida militar, ¿cuál fue su primer prueba de
fuego?
T: Cuando la intervención de 1916, tuve
que perseguir y matar gavilleros.
S.
P: ¿Cómo se sintió usted aniquilando a sus propios compatriotas?
T: ¡Mire coño! ¿Usted se tá volviendo
loco o le hiede la sangre?
S.
P: No debe usted olvidar la cláusula de esta entrevista.
T: Bueno… a los gavilleros había que
aniquilarlos, eran unos salvajes comunistas que atentaban contra el Estado y la
paz de la nación.
S.
P. Me parecen que ellos sólo fueron rebeldes que no aceptaron la intromisión de
una fuerza foránea.
T: A los gavilleros había que
enfrentarlos, eran insurgentes, además, a los Estados Unidos no se podía
contrariar…
S.P:
Por eso usted armonizó con ellos, y les cayó bien.
T: Yo fui un modelo militar para ellos.
S.
P: ¿Cuál fue su fórmula para su rápido asenso militar?
T: La profesionalidad, la disciplina, la
responsabilidad y la astucia.
S.P:
¿Y el honor?
T: El honor no es una categoría
prioritaria en la política.
S,
P: Por eso usted no lo tuvo cuando traicionó a Horacio Vásquez.
T: ¡Mire coño! ¿usté quiere que yo lo
mande a fusilar?
S.
P: General, con todo respeto, si me vuelva a amenazar tendré que…
T: Mire usted, el presidente Horacio
estaba viejo y enfermo, incapacitado para gobernar, la nación endeudada hasta
no más, habían muchas divisiones partidistas, yo representé la mejor opción
para restablecer el orden.
S.
P: ¿Y por qué degradó y sacó a su socio Rafael Estrella del ambiente político?
T: Estrella no era confiable, era un
político taimado y ambicioso.
S.
P: ¿Las Mirabal?
T: Si me vuelve a mencionar ese nombre le
juro que violaré mi promesa y yo mismo le meteré en los sesos todas las balas
de una pistola que tengo en la primera gaveta de mi escritorio.
S.P:
¿Su pasión por los caballos?
T: Creo, que la aprendí de mi papá.
S.P:
Muchas cosas lo vinculan a su padre.
T: Así es, pero más adoré a mi mamá.
S.P:
¿Quién le redacta sus discursos?
T: Yo y Balaguer.
S.P:
Explíqueme eso.
T: Bueno, algunos yo, algunos Balaguer.
S.
P: Me parece que Balaguer los escribe casi todos.
T: ¿Qué le hace pensar eso?
S.
P: La retórica de Balaguer, no la disimula, y esos giros griegos, y las
construcciones… este, Generalísimo, de todos sus presidentes títe… este,
impuesto por usted, ¿cuál cree que sería su mejor sustituto?
T: Balaguer, ya es un estadista. Si
supiera que fuera a morir le delegaría el trono, como todo emperador romano.
S.P:
¿No teme usted que Balaguer conspire contra usted?
T: Balaguer es demasiado prudente e
inteligente para tramar tal cosa.
S. P: Coloca a Balaguer por encima de Ramfis…
T: Mi hijo Ramfis me ha demostrado que no
es político, es un playboy aventurero del clan de Rubirosa, pero soy loco con
él.
S.P:
¿Cómo reaccionó usted cuando se enteró
de que Rubirosa le abolló un ojo a su hija?
T: Era su esposo, tenía derecho, además a
las mujeres hay que demostrarle quien es que lleva los pantalones… este,
Stanislaw, ya váyase, yo le avisaré cuando continuaremos esta entrevista. Como
lo acordamos, entrégueme la grabadora.
(Continuará)
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