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La corrupción: el Minotauro y la cabeza de Medusa

jueves, 29 de enero de 2015

Publicado por prensalibrenagua.blogspot.com
Por Stranislaw Peña
Todo el que pretende referirse a la corrupción experimenta cierto dejo de impotencia. No es fácil soportar la realidad de decir: la corrupción es esto, la corrupción es aquello, sin ponderar por lo menos posibles soluciones. Pero, peor es callar o ignorar el tema, y como ciudadanos de un país que nos tocó vivir, estamos en el deber cívico, y hasta ético, de enjuiciar la corrupción. La corrupción es un mal que viene aquejando desde los tiempos coloniales a los países de América hispánica, y por ende a nuestro país, así como también a naciones de otras latitudes. Podemos hablar de corrupción administrativa en esta isla desde 1492. Corrupta fue la sociedad española del siglo XV, y siglos posteriores, lo que implicaba en la isla la obstinación rapaz por el oro. Las encomiendas de indios (1493-1520). El monopolio y el contrabando en el Caribe (1503-1603). La ganadería, la España Boba, etc.
Prototipos de gobernantes corruptos fueron Santana, Báez, Lilís, Trujillo… hasta gobernantes de nuestros días. La corrupción administrativa nace del deseo arribista y denigrante de hacerse rico a expensas del pueblo. O permitirles a determinados sectores que “ordeñen la vaca” cuanto puedan. En todo caso de corrupción hay una parte que exprime y se beneficia notablemente, y otra, a la que perjudica deplorablemente; esa parte es la ciudadanía. Toda la pobreza, toda la injusticia y atraso económico, social y cultural se origina precisamente, por la permanencia histórica de la corrupción, y está arraigada al sistema político-social-económico, de una forma que ya es un huésped constituido. Es prácticamente imposible deshacerse de ella. Es como un modus vivendi fantasmal en el que se interrelacionan diferentes clases o sectores: gobernantes, funcionarios, militares, comerciantes, hampones, religiosos, ciudadanos…
Se puede enfrentar la corrupción (muchos lo han intentado), pero sin esperar resultados satisfactorios. La única manera de acabar con la corrupción es arrancarla de raíz, aniquilando el sistema recalcitrante y establecer uno que nazca con sus propios principios anti-corrupción. Toda una utopía, ¿no? Los dominicanos hemos sido eternas víctimas de la corrupción, y lo verdaderamente lamentable es que lo seguiremos siendo. Porque el depredador es mucho más fuerte que el depredado. Es como el pleito del huevo y la piedra. La corrupción es inherente a la política dominicana, a su forma de vida. Es como encontrarse un cofre gigante lleno de tesoros: no te lo puedes llevar todo, llévate todo lo que puedas antes de que venga otro depredador. La corrupción es terrible. Es como un Minotauro y la cabeza de Medusa. Y no aparece un Perseo, y no aparece un Teseo.





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