El odio destruye rápidamente la salud. La persona que odia
es la sombra patética de algo parecido a un ser humano; se arrastra por el
mundo en un estado de adormecimiento brutal y, para colmo, suele partir de este
plano con gran sufrimiento mental y emocional.
Además al que odia le aguarda una devolución de igual
tenor, recibirá lo que dio. Odiar significa ser odiado.
Por ello, en la medida en que profundices dentro del reino
del “ahora”, podrás ir alcanzando el estado de conciencia pura que te permitirá
sentir tu propia presencia con tal intensidad y alegría que convertirá todo
pensamiento negativo y toda emoción baja, en pensamiento y emoción positivos.
Entonces el estado de egoísmo se transformará en
generosidad y el odio se transformará en amor. No significa que el mundo haya
cambiado sino que vos cambiaste por dentro. El que ama sólo recibe dicha. Nunca
lo dudes.
Quien odia, quien se ata a broncas y rencores, vive en
estado de adormecimiento y atrae en forma continua a personas con las cuales
pelear. El odio, el rencor, son emociones que vibran bajo, que destruyen cada
célula del cuerpo.
Sadhu Vaswani, el gran sabio de la India, solía advertir:
“Elimina la ira antes de que la ira te elimine a ti”. La pregunta de las
preguntas es ¿cómo?
En lugar de proyectar nuestro enojo al otro, entendamos su
situación y expresémosla, hasta en voz alta, enfrentando nuestra ira pero en
soledad, para no seguir alimentando el círculo vicioso y enfermo de agresión; y
entendiendo que siempre hay algún beneficio oculto en cuanto sucede, incluso en
cada incidente y en cada accidente de la rutina, de la vida.
¿La antítesis del odio, de los rencores, de la bronca? El
amor, único capaz de sanarnos y liberarnos y único capaz de hacernos volver a
ver la unidad en todo, ¿Y de qué manera llegar al amor sanador y liberador? Con
la práctica de enfocar la mente en el preciso presente: No existe mejor
antídoto para calmar las emociones descontroladas ni mejor manera de sentir
cierta sutil emanación de alegría elevándose desde lo más hondo. ¿Alegría? ¿Qué
alegría? ¿De qué alegría hablamos? De la del Ser.
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