Bogotá, 8 nov (EFE).- El hijo del narcotraficante
colombiano Pablo Escobar describe sin tapujos el espíritu sanguinario de su
padre, quien atemorizó al mismo exdictador panameño Manuel Antonio Noriega y
vivió rodeado de excentricidades, sicarios, animales salvajes y fiestas con
piñatas repletas de dinero.
Juan Sebastián Marroquín, el nombre ficticio que adoptó
Juan Pablo Escobar para sobrevivir durante 20 años, hizo estas revelaciones en
una entrevista a Efe con motivo de la publicación en Colombia de su libro
"Pablo Escobar: Mi Padre", en el que cuenta que, en contra de la
versión oficial, el capo no murió a manos de la policía.
Escobar se pegó un tiro el 2 de diciembre de 1993 cuando
se vio herido y acorralado en los tejados de una vivienda de Medellín, donde
creó un gigantesco cartel de la droga, amasó una gran fortuna que manejaba en
efectivo, sin cheques ni rastros financieros, y dirigió una impresionante red
criminal.
Este libro, publicado por Planeta, es un documento
histórico fruto de "una gran investigación familiar y judicial",
aseveró el autor.
Juan Pablo, que no busca justificar a su padre sino
"entender lo que motivó una violencia que terminó destruyendo un
país", vive en Argentina junto a su esposa, su hijo de dos años, su madre
y su hermana.
Este hombre, ahora con 37 años, apenas tenía siete años
cuando -confesó- terminó su infancia feliz. Era el año 1984 y su progenitor
ordenaba el asesinato del entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla.
Ahí comenzó la persecución y el temor.
"Este libro no tiene ánimo de revanchismo, lo
importante es relatar la historia, entenderla en toda su dimensión, comprender
que yo tuve la capacidad de desprenderme de los afectos como hijo para poder
describir a mi padre tal cual era", dijo, al calificarle de
"narcotraficante, terrorista y asesino".
Habló de las contradicciones cuando describió cómo Escobar
negoció con la guerrilla del M-19, "a la que admiraba" por proezas
como robar la espada del liberador Simón Bolívar, y al tiempo tener en su
nómina a criminales como Fidel y Carlos Castaño, fundadores de las
ultraderechistas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Pero si a Escobar algo le entusiasmaba era jactarse de
crear redes del narcotráfico, para ello se valió de militares cubanos, del
Gobierno sandinista e incluso del dictador panameño, quien llegó a acoger en su
residencia a la familia Escobar.
"Al general Noriega le entregó cinco millones de
dólares para que le permitiera operar en Panamá, montar laboratorios y
operaciones de lavado de dinero, no había recibos, eran relaciones de poder, de
palabra, él hacía valer esos acuerdos por la vía de la fuerza", manifestó.
Pero "cuando se entera de que Noriega le va a
traicionar lo amenaza de muerte".
"A uno le cuesta dimensionar el poder militar que
tenía para que el propio Noriega terminara temiendo por su vida y devolviéndole
parte del dinero", reflexionó.
Entonces llegó con su familia a Nicaragua, gracias "a
los contactos del M-19" y donde "vio la posibilidad de trasladar su
base de operaciones", relató.
Sobre esa guerrilla, que se desmovilizó en 1990, indicó
que le entregó un millón de dólares para financiar la fatídica toma del Palacio
de Justicia, en 1985, así como armas y apoyo logístico.
También dijo que introducía droga a Miami (EE.UU.)
"sin ningún tipo de ocultamiento" porque "había una serie de
agentes de la DEA (oficina antidrogas de EEUU) corruptos que lo
permitían".
"Era dueño de una ideología a la cual todos eran
afines por mucho que fueran de derecha o izquierda, era la ideología del
dinero. A todos les gustaba el dinero; entonces, por más que tuvieran sus
convicciones políticas, aceptaban su corrupción, sus ofertas de convertirse en
millonarios de la noche a la mañana", aseveró.
"Mi padre era el jefe del cartel de Medellín, yo nací
y crecí en ese contexto, sus amigos eran los peores bandidos y criminales que
ha conocido la historia de este país", recordó Juan Pablo sobre su
infancia.
Y prosiguió: "La mayoría de los padres de familia en
el colegio no permitían que sus hijos se acercaran a mí. En el recreo me la
pasaba solo con los guardias de mi padre. Yo jugaba al fútbol con estas
personas que eran sicarios, rodeado de armas".
Un mundo en el que sobraba la extravagancia: "no se
trata de hacer alarde de lo vivido, sino de ilustrar con claridad el nivel de
excesos a los que podíamos llegar por ese poder ilimitado que le había brindado
a mi padre el dinero del narcotráfico", puntualizó.
"En las piñatas en vez de juguetes se metían fajos de
billetes, allí intervenían niños, madres, padres, todos querían meter la mano.
El zoológico (cebras, jirafas, hipopótamos), las motos que llegué a acumular
(con apenas nueve años), las mansiones suntuosas. Lo que vale la pena de todo
eso destacar es que no quedó nada, todo fue destruido", agregó.
Para Juan Pablo, "el narcotráfico nunca es un buen
negocio porque termina quitando todo, desde los afectos hasta la libertad y la
propia vida".
Confió así en que este libro sirva para entender que
Escobar "era imparable, un hombre que firmaba sus propias sentencias, al
que ni su propia familia pudo detener".
Esa es la lección de Juan Pablo Escobar, nombre con el que
firma el libro tras recuperar su identidad, aunque al solicitarle un autógrafo
escribe: "Sebastián Marroquín". EFE
Autor: Esther Rebollo
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