Por Nélsido Herasme
Solo porque
estoy convencido de la inocencia del jovencito Ariel Antonio Abreu
Vásquez, quien desde hace un año guarda prisión sin sentencia en la cárcel de
Najayo, “acusado de participar en la muerte de un testigo del asesinato del
estudiante de términos de la carrera de química, Otto Amaury Eusebio Javier, la noche
del viernes 5 de agosto del 2011” ,
es que soy capaz de emitir un juicio con el
supremo deseo de sensibilizar a los honorables magistrados y magistradas del Primer Tribunal Colegiado del
Distrito Nacional para que se dignen en otorgarle la tan anhelada libertad.
Un año después de la muerte de Otto Amaury, ocurrida en
una barbería de su propiedad, en el ensanche Espaillat y de la cual escribimos,
dos personas sobre un motor se prestaron a la casa del joven Chayán Johán
Mata, quien testificaría a favor de su amigo, a quien terminaron quitándole la
vida de varios disparos e hiriendo a un menor.
Al profesor Roberto Eusebio Polanco (Nani), un
dirigente político y comunitario de la zona, padre de Otto Amaury, a quien
desde hace muchos años nos unen lazos de amistad, ha expresado que “Ariel Abreu
es un preso inocente, porque nada ha tenido que ver con la muerte del testigo
de su hijo”, al tiempo de sorprenderle su situación, ya que “en el tribunal se
reveló que el hermano del principal acusado y sentenciado, de nombre Aneudy,
guarda prisión preventiva sindicado como el “posible matador de Chayán
Johán Mata, testigo de Otto”.
Mientras estos casos se dilucidan en el tribunal
colegiado, el joven obrero y padre de familia Ariel Abreu, llora, se
desgasta y enferma en la cárcel de Najayo, al tiempo de albergar la esperanza
de que en su caso se impondrá la voluntad de Dios, la indulgencia de los
magistrados y se hará justicia.
Carlos Manuel Araujo, padre adolorido por la perdida de su
primo Chayán y las heridas a su pequeño hijo, ha puesto un desistimiento de la
querella, la cual será conocida el 28 del mes que discurre.
De pronto, como que se ha perdido la capacidad de asombro,
el país parece haber entrado en la orfandad de autoridades y en un sálvese
quien pueda, porque no hay quien detenga el crimen en las calles.
Secuestro, muertes, drogas y asaltos, es la película
diaria en el territorio nacional.
A nosotros solo nos resta, a lo igual que al
profesor Nani Eusebio, padre de una de las víctimas, pedirle a Dios y al
superior gobierno que detenga esta espiral de violencia que cada día pone de
rodillas a la familia dominicana.
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