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La criminalización del periodismo

viernes, 31 de mayo de 2013

Publicado por prensalibrenagua.blogspot.com
Los periodistas no son simplemente narradores. Algunos los consideran instigadores, agitadores y provocadores.
En casi 25 años en este oficio, me han llamado todas esas cosas, así como también muchas otras que no podemos imprimir en un diario para familias.

Sin embargo, antes de que llegara el Departamento de Justicia de Obama, nunca pensé en mí, ni en otros miembros de mi profesión, como empedernidos delincuentes coconspiradores.
Y, sin duda, nunca pensé que algunos de mis colegas podían ser denominados de esa manera simplemente por hacer su.
Un buen periodista también puede ser una mala influencia. A menudo alentamos a la gente a hacer cosas que realmente no debe hacer.
Como violar acuerdos de confidencialidad que han firmado con sus empleadores. O actuar como denunciantes para reportar algo incorrecto. O, filtrar información delicada que el gobierno no desea que llegue al público, práctica que el gobierno de Obama está persiguiendo.
Naturalmente, el proceso de obtener información a veces puede ser problemático o bochornoso para los que ocupan cargos altos.
Hace unos años, hablé por teléfono con una abogada de la oficina del procurador local. Había ejercido creciente presión con una serie de columnas sobre presunta conducta procesal indebida y el personal de esa oficina lo estaba sintiendo. "Ud. no comprende lo difícil que es trabajar aquí últimamente", dijo. "¡No podemos ir al mercado sin que alguien nos pregunte [algo] sobre lo que está en el diario!"
Pues, mala suerte. Eso es lo que separa al periodismo de las relaciones públicas. El primero trata de obtener la verdad, mientras que en el otro caso, se intenta presentar al cliente bajo la mejor luz posible para que nadie lo moleste en el mercado.
El corresponsal de Fox News James Rosen un periodista de primera. Y, por realizar su trabajo, fue denominado por el Departamento de Justicia como posible co-conspirador delincuente por obtener y divulgar información considerada demasiado delicada. La información provino, presuntamente, de Stephen Jin-Woo Kim, asesor del Departamento de Estado a quien el gobierno federal está actualmente procesando por filtrar presuntamente material clasificado.
Y como vino inmediatamente después de la perturbadora revelación de que el Departamento de Justicia investigó los registros telefónicos de reporteros y editores de The Associated Press, constituye la prueba adicional de que este gobierno ha declarado la guerra contra lo que siempre ha sido uno de los cimientos de la democracia estadounidense —la prensa libre.
Entre los heridos de guerra podría encontrarse Sharyl Attkinson, reportera de CBS galardonada con un Emmy, que ha sido una espina para este gobierno durante un tiempo. Attkinson dio a conocer el escándalo "Fast and Furious", que involucró el permiso dado por agentes federales para que 2.000 armas de fuego entraran en México entre 2009 y 2010. Attkinson expresó recientemente que sus computadoras, tanto en la oficina como en su casa, habían sido "comprometidas".
El gobierno insiste en que no tuvo nada que ver con ese hecho. Pero los estadounidenses tienen derecho a ser escépticos.
Muchos de mis colegas se han tragado esta narrativa ridícula de que el gobierno simplemente está tratando de impedir las filtraciones. Pero parece, cada vez más, que lo que está realmente tratando de hacer es hostigar, presionar e intimidar a algunos de sus críticos más vocingleros del Cuarto Estado.

Podemos dar vueltas en torno a ese hecho. Pero negarlo es cada vez más difícil.

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