Ya es famosa la humildad del presidente uruguayo José
“Pepe” Mujica, que prefirió la comodidad de su modesta chacra a los lujos del
palacio presidencial, veranea en Carmelo y disfruta de los placeres de una
pequeña parrilla.
Otro ejemplo de esta austeridad lo dio la periodista
venezolana Marta de la Vega, cuando se encontró con que el señor canoso,
vestido “con guayabera de lino color amarillo crema” que estaba sentado
adelante suyo en la primera fila de la clase turista del vuelo Lima-Caracasde
la compañía Taca no era otro que el mismísimo Mujica.
En una crónica titulada “Mi viaje con Mujica” publicada en
la revista Tal Cual, la periodista confirmó lo que había anticipado el
canciller interino Roberto Conde a radio Uruguay: “en uno de los tramos aéreos
Mujica no irá en primera clase“.
Como el vecino país no posee un avión presidencial, el
presidente suele trasladarse en vuelos comerciales. Y así fue que para asisitir a un acto en apoyo al
gobierno de Chávez en Caracas, Mujica despegó el miércoles 9 de enero desde el
Aeropuerto de Carrasco en un vuelo con escala en Lima.
“En el vuelo de
TACA del 9 de enero de 2013, tramo de Lima a Caracas, tuve la sorpresa de
toparme con el Presidente de Uruguay, sentado en la primera fila de clase
económica, asiento 7F,
al buscar mi puesto, detrás suyo”, escribió la periodista.
Sin embargo, el vuelo no fue del todo placentero para
Mujica, ya que tras saludarlo, De la Vega le recriminó que estuviera yendo a
Venezuela “para avalar un acto irregular, ilegal e inconstitucional”.
El mandatario no perdió su amabilidad y le contestó:
“Señora, yo entiendo lo que siente. Voy a un acto diplomático. Pero es un
asunto que tienen que resolver los venezolanos”.
De acuerdo al portal TN de Argentina, cuando la periodista
le insistió en que “los gobiernos demócratas no pueden respaldar esta flagrante
ruptura del hilo constitucional con toma de posesión virtual”, le extendió la mano y le dijo “que no se
preocupara”, que “todo se va a arreglar”.
“Sonrió y sus ojos se achicaron, achinados y brillantes,
podría decir que con mirada bondadosa pero ahora más bien la pienso de viejo
zorro de la política, conocedor de los intereses uruguayos, su pelo muy canoso
despeinado, sus bigotes oscuros y sus cejas pobladas, dándome una palmada en mi
mejilla derecha, despidiéndose con gesto de deferencia, mientras me decía:
‘Mucho gusto, señora, de haberla conocido’”, continuó De la Vega.
Durante el vuelo, Mujica se comportó como un pasajero
cualquiera: leyó algo, se levantó cada tanto para “estirar piernas y mover
brazos en el sitio”.
Según cuenta la periodista venezolana, ni el personal de
Taca había reconocido a Mujica. Al momento de desembarcar en Caracas, uno de
los tripulantes se confundió y le preguntó a uno de los guardaespaldas de
Mujica “alto, rubio y de ojos azules” si era el presidente.
“No, es el señor mayor que tiene frente a usted”, le
indicó la periodista, antes de que Mujica se identificara con un sencillo ”Soy
yo el presidente” y tuviera su primer
trato preferencial al bajarse primero del avión.
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