William Márquez/BBC Mundo, Washington
Frankentormenta, la megatormenta, tormenta súper épica, la
tormenta perfecta, son algunos de los calificativos que los diversos medios le
están dando a Sandy, el huracán que acaricia peligrosamente la costa este de
Estados Unidos a medida que se desplaza hacia el norte y que se prevé hará
impacto entre Washington DC y el estado de Nueva York.
Las autoridades y los servicios de emergencia empezaron a
emitir sus alertas y comunicados desde el viernes, advirtiendo a los residentes
que cancelen todas sus actividades programadas durante la siguiente semana y
que se preparen para la peor tormenta en casi 30 años.
El presidente Barack Obama y su rival republicano en las
elecciones presidenciales, Mitt Romney, han puesto el ejemplo alterando los
planes de campaña que tenían programados con eventos en las regiones que
podrían quedar afectadas por las inundaciones, vientos y hasta nieve.
Estado de emergencia
Nueve estados, desde Carolina del Norte hasta Connecticut,
declararon estado de emergencia. Nueva York y Nueva Jersey han ordenado
evacuaciones forzadas. Los sistemas de transporte público están clausurados
desde el domingo en la tarde.
Oficinas privadas y públicas estarán cerradas, las clases
en escuelas y universidades se cancelaron, los almacenes y tiendas tienen más
clientela que de costumbre con consumidores comprando lo que nunca antes se les
ocurría: galones de agua, decenas de enlatados y baterías.
Los meteorólogos advierten que Sandy se verá atraída hacia
la costa y tierra adentro por un sistema frío que se acerca desde el occidente
creando un fenómeno que han denominado Frankentormenta que, además de la lluvia
y los vientos, producirá nieve.
Según los pronósticos, Washington DC no sufrirá el impacto
directo del ojo del huracán y la subida repentina de la marea -eso está
reservado para Maryland, Nueva Jersey y Nueva York- pero se prevé que sufrirá
los torrenciales aguaceros y las intensas ráfagas de una tormenta que tiene un
diámetro de más de 1.500
kilómetros.
Se pronostica que más de un metro de lluvia se precipitará
sobre la región metropolitana de la capital en 48 horas. Sin embargo, la
verdadera tormenta no empezará a sentirse hasta el lunes en la tarde.
Aunque el tiempo afuera está en relativa calma, hay
tensión interna en la población.
Tensión interna
Han sido unos días de callada desesperación. A pesar de
los anuncios por televisión y radio de una catastrófica tormenta, durante el
fin de semana casi ni se ha sentido el viento y una pequeña llovizna apenas
empezó a caer el domingo por la noche.
Uno de los problemas de haber pasado por este tipo de
situación -durante mis años viviendo en Miami y después en Washington cuando
impactó la tormenta Irene en 2011- es saber cómo reaccionar. Algo entre la
histeria y la indiferencia.
Tuve algo de la primera cuando no supe del paradero de mi
hijo, un estudiante de universidad que reside en los dormitorios, y tuve unas
horas de desesperación tratando de dar con él.
Cuando finalmente nos comunicamos, ya había alquilado con
mucha dificultad un vehículo para ir a recogerlo y traerlo a mi apartamento,
pero me dijo que estaba muy bien en su dormitorio y que la universidad ya había
tomado todas las precauciones del caso.
De regreso para devolver el automóvil alquilado enfrenté
embotellamientos de tránsito por la ciudad, posiblemente por el afán de la
gente de resguardarse en sus casas, pero no. Era porque este domingo se corría
una de las carreras estelares de la capital: el maratón de los infantes de
Marina.
"Si ese evento siguió adelante, no es posible que las
cosas sean tan graves", pensé. Entonces me entró el estado de
indiferencia.
Me causó cierta gracia ver a algunos de mis vecinos
entrando al edificio empujando carritos con cajas de botellas de agua apiladas
una sobre la otra. Leí con descuido una circular detallada que la
administración puso en los ascensores con todas las medidas de seguridad que
estaban implementando.
El servicio de TV Cable e internet me envió una grabación
de cortesía a mi teléfono indicándome cómo podía contactarlos en caso de sufrir
un apagón o una caída del servicio.
Luna llena
Se me ocurrió que, después de todo, sería práctico tener
un poco de comida y bebida adicional en caso de que no pudiera salir de casa en
los próximos días. Cuando fui al supermercado, en las estanterías quedaba poco.
De regreso a casa con unas cuantas latas de sopas que no
son de mi gusto entré en la página del Servicio Meteorológico Nacional y empecé
a caer un poco más en la cuenta de la magnitud de lo que se nos viene. Y, si se
les cree a las autoridades, no hay duda de que vendrá.
Se esperan graves inundaciones y apagones, algo que se ve
frecuentemente en Washington con aguaceros y vientos de menor calibre. La
tormenta será peligrosa y afectará toda la región, no importa dónde se
encuentre su ojo.
Sin duda habrá interrupción de todos los quehaceres
diarios y la recomendación es que nos refugiemos lo mejor que podamos. El
pronóstico es que el lunes en la tarde se empezarán a sentir los vientos
huracanados y no se sugiere que haya gente en la calle para entonces por el
peligro de que caigan árboles y ramas.
Las autoridades ya anunciaron que todo el transporte
público estará cerrado desde el lunes.
El huracán coincide con la época de Halloween, la Noche de
las Brujas. Se habla de una Luna llena, que no tiene nada que ver con
superstición, sino el efecto gravitacional del satélite sobre la marea.
No obstante, hasta cierto punto me siento como un niño
entrando en una habitación oscura, sin saber qué hay adentro pero en mi cabeza
imaginándome lo peor.
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