Juan Carlos Chavez
jcchavez@elnuevoherald.com
Andrés Carrión, el hombre que
gritó “¡Libertad!”, “¡Abajo el comunismo!” y otras consignas anticastristas el
26 de marzo poco antes de la misa papal en la Plaza Antonio Maceo, en Santiago
de Cuba, recuerda ese momento como si fuera el último de su vida.
Tenía seca la
garganta. Respiraba con dificultad. Pensaba en su familia.
“Estaba preocupado porque creía
que en el momento de la verdad me fallaría la voz y no me saldrían los gritos”,
recordó Carrión en una entrevista telefónica con El Nuevo Herald. “Pero
salieron y sé que hizo mucho daño a la dictadura”.
El incidente se produjo en una
zona cercana a la plataforma donde estaban camarógrafos y fotógrafos. Fue
ampliamente difundido a nivel internacional. Cuando era sacado violentamente de
la plaza, Carrión fue abofeteado por varios simpatizantes del gobierno cubano.
Un miembro de la Cruz Roja cubana lo golpeó salvajemente en la cara y luego le
pegó en la cabeza con una camilla plegable.
“Si tuviera la oportunidad de
encontrarme al camillero, trataría de explicarle que su posición intransigente
beneficia únicamente al gobierno”, dijo Carrión. “Ese mismo gobierno que lo
tiene a él pasando trabajo y vendiendo cloro en las calles”.
Carrión pensó que no saldría
vivo de la plaza. Durante días las autoridades cubanas mantuvieron su identidad
en secreto hasta que fue dada a conocer por Alfonso Chaviano Peláez y José
Daniel Ferrer García, integrantes de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU). Chaviano
reportó que había reconocido a Carrión pero dijo que no había podido
informarlo, primero por la falta de comunicación y porque le tenían
completamente vigilada la vivienda, explicó.
“No hace mucho pude ver unos
videos de la protesta y la barbaridad de golpes que me estaban dando”, declaró
Carrión “Pero en medio de esa situación, la adrenalina y tu estado de ánimo
están alterados y no te das cuenta. Lo único que sentía es que mi alma estaba
separada de mi cuerpo”.
Carrión dijo que la idea de
salir a protestar comenzó cuando escuchó que el Papa Benedicto XVI llegaría a
Santiago de Cuba. Una semana antes de la misa papal visitó la plaza en varias
ocasiones. Incluso memorizó la ubicación más propicia para su protesta.
Carrión fue uno de los primeros
en llegar al lugar. Llevó 10 caramelos y una botella de agua congelada. La
espera fue tensa y extenuante, explicó. Llegó a las 11 a.m. La misa empezaba
aproximadamente a las 6 p.m. Una hora antes de que evadiera el cerco policial y
gritara sus consignas, Carrión dijo que un periodista colombiano se le acercó y
le preguntó qué pensaba sobre el gobierno cubano.
Carrión debió callar temporalmente.
“Lo miré y lo que dije por
dentro fue: ‘Quédate por ahí, que ya vas a saber lo que piensan los cubanos’ ”, recordó Carrión.
Esa tarde del 26 de marzo las
autoridades lo llevaron arrestado hacia el Centro de Operaciones Versailles de
la Seguridad del Estado, en Santiago de Cuba. Durante al menos dos semanas
permaneció en una celda unipersonal sin saber exactamente si su protesta había
dado la vuelta al mundo.
“La única satisfacción que
sentí era que había hecho algo en nombre de todos los cubanos que callan por
miedo”, dijo Carrión. “Ahora estoy plenamente consciente de que el régimen
nunca me perdonará lo que hice. Por eso creo que ellos están esperando el
momento para darme el zarpazo final”.
La situación de Carrión provocó
innumerables muestras de preocupación. Activistas de derechos humanos y
opositores pacíficos dentro y fuera de Cuba reclamaron consistentemente su
excarcelación inmediata.
Finalmente Carrión fue liberado
hace una semana, aunque está obligado a cumplir con una serie de condiciones.
Las autoridades le exigen que se presente todos los miércoles en Versailles.
Tampoco quieren que tenga contacto con la prensa.
A nivel vecinal, el gobierno ha
tomado medidas adicionales, según explicó Carrión. Recientemente un capitán de
del Ministerio del Interior, de apellido Figueroa, les dijo a los vecinos del
reparto Sorribes, donde él vive, que pueden linchar o apedrear a cualquiera que
se manifieste contra la revolución.
“La Seguridad del Estado me
mantiene en un chequeo permanente y soy objeto de provocaciones”, sostuvo
Carrión. “La población tiene miedo pero me expresan su apoyo sigilosamente. En
la calle me felicitan, me dicen: ‘¡Gracias por los que no hemos tenido el valor
de hacer lo que hiciste! Eso me reconforta’”.
Carrión, actualmente
desempleado, es licenciado en Rehabilitación Social y Ocupacional. Su esposa es
médico y no tienen hijos.
“Mucha gente me ha preguntado
si lo que hice fue para salir de Cuba. No fue así, pero creo que no sería
inteligente de mi parte esperar a que el gobierno se cobre mi falta”, dijo
Carrión. “Estamos ante una dictadura férrea, pero como sistema es corrupto, y
esa misma corrupción es la que va a terminar por destruirla”.
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