Por Pelayo
Son reiteradas las preocupaciones de estudiosos, investigadores, periodistas, maestros y muchos otros actores sociales, acerca de la influencia que las nuevas tecnologías han tenido en los bajos índices de lectura de los llamados nativos digitales, que son aquellos jóvenes y adolescentes que llegaron al mundo, podemos decir, “prendidos” de una computadora.
Y no les falta razón a quienes se muestran inquietos por tal realidad, cuando uno conoce o se acerca a muchachos y muchachas que tienen una deuda y grande, con conocimientos solo adquiribles mediante la lectura de un libro.
A veces hasta resulta difícil indagar con muchos de ellos sobre textos literarios que debían formar parte de su conocimiento elemental, ya no las grandes obras de la literatura universal. Me estoy refiriendo, incluso, a libros infantiles de todos los tiempos, que para muchas generaciones son un referente de la primera etapa de sus vidas.
Podrán decirme algunos que las computadoras hoy y la famosa red de redes albergan una cantidad ilimitada de textos que pueden ser consultados on line por quienes tienen la posibilidad de conectarse a Internet y que por lo tanto el acceso a la literatura es ahora más masivo que hace unos 20 años.
Pero respondería yo que no es exactamente así la relación entre lo que está disponible y lo que se consume, pues si no se han creado hábitos de consumo cultural para sentir la necesidad de leer un libro, no importará la amplia documentación a la que se puede acceder desde Internet.
Y no se trata de negar que las nuevas generaciones, formadas bajo el influjo de la era digital, dirijan sus intereses hacia otros derroteros del conocimiento y el entretenimiento, pues de aquellos juegos de soldaditos de plomo combatiendo en las esquinas de cualquier barrio, o de los juegos de quimbumbia en las calles de las ciudades y comunidades, hemos pasado a las guerras y juegos electrónicos de la más alta tecnología.
Por supuesto que nada tengo contra la modernidad, pues este post ha tratado de ser un espacio para el debate sano y responsable sobre asuntos del presente y el futuro. Lo que si inquieta es que no se combinen, ya bien por poca influencia familiar, o por deformaciones en la enseñanza desde la casa o por las insufiencias en las instituciones educacionales, las posibilidades reales de la tecnología, con hábitos de cultivar el conocimiento mediante la lectura, ese acto placentero e iniguanable, que recorfota y alimenta el alma y que nos abre caminos para ser mejores.
Por ello, creo que debemos pensar, todos, como en medio del contexto en que las Nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones se abren un paso acelerado en nuestras vidas y ocupan la mayor parte de quienes nos suceden, incentivamos en el relevo las ansias de encontrar en un libro, el placer de descubrir algo nuevo.
No debemos cejar en empeño tan alto. Otros criterios podrán enriquecen esto que comento.
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