miércoles, 19 de enero de 2011

ORLANDO DICE: Comisión del PRD no debe echar más agua al vino


Orlando Gill/Listin Diario

LA ALTURA

La Comisión Organizadora de la convención del PRD debe comportarse a la altura de su encomienda, después de haber logrado el milagro de un consenso en principio. La actitud de huida frente a los medios no ayuda su causa, y tampoco la del partido blanco, puesto que pone a pagar culpas a quienes no las tienen: los periodistas y los perredeístas. La prensa no tiene responsabilidad en la malhadada reunión de la Comisión Política que originó un disgusto que todavía le dura, y sus compañeros no tienen por qué vivir la angustia del actual impasse.

Fue el sector de Miguel Vargas que cometió el error de apoyar una moción inoportuna, necia e innecesaria, y que puede corregirse fácilmente aplicando una fórmula muy propia del dominicano. La del viceversa.

Nada más hay que recuperar el espíritu de la decisión del CEN de que fuera la CNO que seleccionara el miembro restante como su delegado directo. Entonces no debe estar contemporizando, dejando el toro suelto en la sábana, en vez de tomarlo por los cuernos e hincarlo en tierra…

EL RECLAMO

La Comisión Nacional Organizadora no debe seguir echando más agua al vino, pues de tan claro podría no beberse.

Lo que tiene que hacer, ya que el tiempo apura, es reclamar del bando en defecto que corrija su despropósito. Insisto en que no es tan difícil: si una Comisión Política lo hizo, otra Comisión Política puede deshacerlo.

Si hay algo que está fuera de competencia en la actual consulta del PRD, es la doctrina. O los aspectos educativos.

Ninguna consigna recoge el sentimiento de que el partido blanco debe definir mejor su ideología o preparar mejor sus cuadros políticos. La puja es de hombres y entre hombres.

Incluso, con muy buenos resultados, pues al margen de estas pequeñeces, no hay duda de que el PRD o sus candidatos están en un buen momento.

Ellos se descalifican, pero ese es otro problema, pero la verdad es que las movilizaciones o encuentros que realizan Miguel Vargas e Hipólito Mejía provocan adhesión de uno y otro en la población. ¿Quién más, quién menos? Para eso es la cita del 6 de marzo…

LOS GOLPES

Incluso, esa política de chocar los guantes o darse con fuerza en órganos vitales provoca entusiasmo en las gradas como nunca antes. De round en round los boxeadores se muestran insuperables, y el temor es que no suene la campana antes de tiempo, o que los jueces abandonen el coliseo. Miguel Vargas se paseó triunfante como un César el pasado fin de semana con sus actos de lanzamiento en la Capital y Santiago, pero ya el martes la encuesta del Centro Económico del Cibao o el acto de apoyo de Guido Gómez Mazara, daban la impresión de un Hipólito Mejía recuperado. Aunque el tren de pelea de uno y otro es diferente. La expectativa es cuál de los dos hará lo que Micky Ward, el personaje del film Fighter, cuyo aguante en el cuadrilátero le permitía guardarse para el final y dar un solo y definitivo golpe. ¿Quién dará la sorpresa, Vargas o Mejía? ¿Hay espacio para sorpresas? La petulancia los pierde a ambos, que quieren convencer de que es una pelea desigual, siempre a favor del que se pavonea, o con encuestas o con actos públicos…

EL TRIUNFO

Lo mejor para el proceso y todos los perredeístas es que ninguno se imponga por las malas, pero sí que el vencedor no deje dudas de su triunfo, que este sea mucho a poco, pues hay un fatalismo en todos los partidos de que las victorias cerradas se hacen insoportables, por no decir inaceptables.

Uno de los bandos se niega, y se producen unos impasses o compases que trastornan las posibilidades del más calificado de los candidatos.

Cuando Hipólito Mejía aspiró la primera vez, avergonzó a sus adversarios, y lo mismo sucedió con Miguel Vargas. La gabela era inalcanzable. Ahora falta ver entre ellos. Hablan de choque de trenes, pero esa expresión, de tanto uso, devino en cliché. Aunque por eso es que es tan importante que los árbitros cuenten con la anuencia y aprobación de todas las partes, pero sobre todo con autoridad suficiente para que su veredicto sea inobjetable. La Comisión Organizadora lo era, pero con el golpe de manos de la Comisión Política del pasado día 3, ahora no se sabe. Por algo el grupo de Vargas hizo lo que hizo, o –también por algo– la CNO se resiste a asumir.






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