Estas son sus trinitarias.
Estos son sus cactus. Éstos, sus gatos. Estos son los cuadros que bordó en
noches de desvelos a partir del punto de cruz que le enseñó Patria, su madre,
cuando era una niña.
Los muestra con el mismo
esmero con que presentaría a los miembros de la familia. Sabe muy bien cómo
hacer para que los gatos no dejen sus pelos por toda la casa, y empezamos la
conversación con este tema, que es mucho más ligero que su historia. El pasado,
que es la verdadera razón de este encuentro, le resulta terriblemente doloroso.
De hecho, ella ha
preferido mantenerse alejada de los medios de comunicación para cerrar el
puente que conduce a la infancia en que la dictadura de Trujillo le arrebató
tantas cosas.
Noris, la segunda hija de
Patria Mirabal y Pedro González (Pedrito), recién había cumplido los 16 años
cuando su madre fue asesinada. Nos habla de su madre, de cómo pensaba y de cómo
se comportaba en los días de tregua y en los más tormentosos. Atesora con afán
los recuerdos felices, con sus puntos y comas, y con la dificultad natural que
se siente ante el dolor, intenta recuperar los detalles de los momentos más
difíciles que le tocó vivir a su madre.
Lery Laura Piña: A 50 años
de la muerte de las hermanas Mirabal, vemos que usted permanece muy reservada,
que no da muchas entrevistas, que no se expone al público tanto como otros
miembros de su familia.
Noris González Mirabal:
Después de la muerte de las muchachas y de la muerte de mi abuela, por fortuna,
Dedé se ha mantenido dando entrevistas y ofreciendo su testimonio. Ella vive
allá en Salcedo y siempre está recibiendo a la gente que va para saber cosas de
las hermanas Mirabal. Yo me he dedicado
más a mi familia, no me gusta estar tan expuesta al público. Más bien, estamos
en una etapa de receso.
LLP:
¿Todavía siente miedo a encontrarse de frente con la historia de su familia?
NGM:
Sí, es muy fuerte para nosotros revivir todo eso cada vez que nos entrevistan,
cada vez que leemos los libros… es muy difícil volver atrás, ir hacia algo que
nos llenó de tanto dolor. Es fácil preguntar, pero es muy difícil para nosotros
volver al pasado. Prefiero recordar las cosas que nos hicieron felices cuando
(las hermanas Mirabal) estuvieron con nosotros.
LLP:
¿Nunca le atrajo la política?
NGM:
No, yo apoyo y hago actividades junta con toda la familia, pero dedicarme a la
política, no.
LLP:
¿Qué es lo que más recuerda de su madre?
NGM:
Bueno, muchas cosas, porque en 16 años se acumula mucho. Fue una madre amorosa,
buena hija y buena hermana. Muy dada a ayudar a los desposeídos, que todavía la
recuerdan con mucho amor y oran por ella. El amor a las flores, a su jardín, a
sus labores manuales. Recuerdo que a la casa iban un par de hombrecitos
pequeños, que no eran enanos exactamente, sino que tenían un síndrome que no
recuerdo, y ella disfrutaba salir a recibirlos. Uno de ellos andaba con un
bastón al que le pegaba muchas tapitas y todo lo que encontraba que
brillara. Ellos iban a la casa de mi
abuela, después que las muchachas murieron. Yo disfruto de esos recuerdos. Los
atesoro. A veces mi hermano me dice: ¡Pero Noris, tú si recuerdas cosas!
LLP:
¿Usted y sus hermanos escucharon alguna vez a los adultos hablar de política?
NGM:
Sí, claro. Yo colaboraba también en las acciones que se llevaban a cabo en
nuestra casa. Ya desde pequeños estábamos conscientes de la situación por la
que atravesaban numerosas familias jóvenes en la lucha contra la dictadura.
LLP:
¿Qué hacían?
NGM:
No se hablaba de acciones como poner bombas, pero sí mis hermanos y yo, junto
con otros primos cercanos, contribuíamos a sacar la pólvora. Estábamos muy
calladitos, escuchando y apoyando. Siempre estábamos enterados de toda la
situación, de las personas de que se asilaban y todo eso.
LLP:
¿Recuerda las reuniones que se hacían en su casa del movimiento
antitrujillista?
NGM:
No, porque eso fue por poco tiempo. Aunque Minerva y Manolo visitaban nuestra
casa con frecuencia y ya estaban en su movimiento. Yo, junto con mi hermano
mayor, en lo que participaba era en la recolección de unos… gallitos les
llamábamos, que era de donde sacábamos la pólvora. Mi hermano, otros primos y
yo. Tratábamos de que no sea muy marcado el sitio donde íbamos, de no volver a
comprar los gallitos al mismo lugar. Íbamos por diferentes sitios, por Moca, La
Vega, Salcedo, etcétera. Yo estaba en el colegio, era en los días de vacaciones
que hacía eso.
LLP:
Patria, su madre, siempre aparece como una mujer cuyas decisiones tienen como
motor la solidaridad con sus hermanas. ¿Cuál era en verdad su relación con la
política? ¿Alguna vez la escuchó hablar del tema? ¿Recuerda alguna expresión de
ella?
NGM:
Fíjate, las expresiones de mi madre que recordamos en torno a la política
indican lo que ella pensaba, que era que si se tenía que luchar para que el
futuro de sus hijos y del país fuera mejor, había que hacerlo. A ella le
preocupaba mucho la generación joven. Se enteraba de familias que se habían
extinguido totalmente y, como ya a finales de los años cuarenta habían apresado
a Minerva y a mi abuelo, mi madre sabía que nosotros también estábamos
expuestos. A ella le preocupaba mucho lo que podía pasar con sus hijos y toda
la juventud en una sociedad de tanta opresión como era la de esa época. El
pensamiento político de Minerva era muy claro y, por el roce y por estar tanto
con sus hermanas, ellas compartían sus preocupaciones e ideas. Sus temas eran
la educación, la libertad de expresión… Ellas compartían esos sentimientos.
LLP:
En un momento Patria se quedó sola. Su esposo Pedrito, su hijo Nelson, sus
hermanas Minerva y María Teresa estaban en prisión. ¿Cómo ella, con una
personalidad tan dulce y alegre, enfrentó esa situación?
NGM:
Bueno, fue mucha tristeza, principalmente porque mi madre sufría mucho por
Nelson, que fue apresado un día antes de cumplir los 17 años. Él era muy
mimado. No comía muchas cosas, no variaba su alimentación, imagínate… ¡con lo
que se decía que esa gente comía! Eso la tenía a ella totalmente destruida. ¡Cuánto sufrir! Y Raúl, mi hermano, tenía
apenas tres meses y pico, casi cuatro, cuando tomaron a papi preso y todo eso.
LLP:
Ahí fue también cuando perdieron su casa
de Conuco.
NGM:
Sí, encontraron explosivos y, en el juicio, condenaron a mi papá a 30 años, acusado
de conspirar contra el régimen. Con papi se ensañaron y le quitaron todos los
bienes que había adquirido durante el matrimonio y otros heredados de sus
padres. Ver los muebles subastados, todas las pertenencias que durante esos
años habían acumulado... todo eso fue muy doloroso para mami. Pocas cosas se
sacaron de la casa.
LLP:
¿Cómo reaccionó su madre?
NMG:
Eso la llenaba de tristeza y fuimos todos a guarecernos en la casa de mamá, de
doña Chea (su abuela). Ahí estábamos todos juntos. Visitábamos a nuestros
presos y nos pasábamos la noche anterior al viaje de visita preparando las
cajas con naranjas y dulces. ¡Esas cajas! Venir a la ciudad a ver a las
muchachas (Minerva y María Teresa) era una alegría muy grande. Yo llegué a
venir con mami. Les contábamos todas las cosas que pasaban en la familia.
Hace poco que nos
enteramos de que, durante esas visitas, mami traía mensajes confidenciales,
según hemos recogido ahora para una biografía que está escribiendo Mercedes
Alonso. Nos hemos enterado de cosas de las que no teníamos conocimiento hasta
ahora, como de que ella informaba todo lo que ocurría en el Cibao a otros
compañeros de aquí de Santo Domingo que estaban cercanos a la lucha. Ella
guardaba la información en los ruedos de la ropa que llevaba puesta.
LLP:
Entonces no tenía un papel tan pasivo en el 1J4.
NGM:
No, no, no. Era muy riesgoso. Ella estaba en todo, pero ella pasaba como una
madre de familia completamente entregada a las cosas del hogar y no era tan
señalada ni tan chequeada como Minerva.
LLP:
¿Cómo se enteró de la muerte de Patria?
NGM:
Para entonces yo estaba en La Vega, en el colegio Inmaculada Concepción. Ese
día, el viernes, yo me había parado al frente de una vitrina y le había pedido
al niño Jesús que las cuidara. Yo sabía que ellas iban para Puerto Plata,
porque mami me lo había dicho el domingo anterior, cuando fue a visitarme al
colegio. Entonces a mí me avisaron el sábado. Me fueron a buscar en la
madrugada, me dijeron que ellas habían tenido un accidente. Cuando yo llegué,
que vi tanta gente, ahí… Yo no entendía. Yo no sé cuándo pude asimilar lo que
había sucedido. Recuerdo mucha gente y recuerdo los ataúdes en la sala.
Recuerdo mucha gente y yo sentada, de frente a los ataúdes. Pero ya, no
recuerdo más. La mente tiene sus defensas para cerrar esos capítulos de muchos
detalles. Yo sé que las vi, vi los rostros de las tres. Sus caras no estaban
sucias, sino con briznas de madera, porque por donde las tiraron había
aserraderos. Tenían como tiritas de
madera en el pelo. Mami tenía una lágrima, así, en el ojo. María Teresa tenía
muchas de esas briznas. Minerva era la que se notaba más golpeada… estaba
hinchada. Pero no recuerdo todo. Ya no podría decirte todo lo que pasó con
detalles.
LLP:
¿El pueblo dominicano saldó la deuda que
tiene con las hermanas Mirabal o puede llegar a hacerlo?
NGM:
No. Según se ven las cosas, como va esta sociedad… Valió la pena que murieran
porque se salvó el país. Pero el dolor nuestro, la falta, no hay quien reponga
esto. No están ahí. De ninguna manera nos la devuelven. Entonces vemos tanto
desorden, tanta corrupción, tanta droga…
da pena. Hay algunos logros, pero tenemos una sociedad descompuesta,
destruida. Mira la educación, que es uno de los pilares, como está.
Publicado
por la Revista Quehaceres.
Del
Centro de Investigación para la Acción Femenina (CIPAF)
Noviembre
2010
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