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Ser mujer: Es aprender a aceptarnos y a exigir equidad en todo cuanto hacemos y deseemos

domingo, 19 de diciembre de 2010

Publicado por prensalibrenagua.blogspot.com

Por Naychaly Rivera Nieves / El Nuevo Día
Soy mujer y me rehúso a usar tacos altos para balancear sobre puntas mi feminidad. Soy esposa de un hombre que me ve y trata como igual. Compartimos las tareas del hogar con total equidad, pues las tareas de la casa, que se hacen en conjunto, transforman el lugar donde los dos vivimos y en lo que es nuestro hogar.
Cuando niña me preguntaba ¿Qué es ser mujer? ¿Cuándo te conviertes en mujer? Lo que escuchaba me parecía insólito: “Cuando tienes sexo con un hombre, es él quien te hace mujer”. Entonces, ¿qué era antes de esa supuesta metamorfosis?
Preguntas que en la realidad de la socialización donde vivía se hacía imposible contestar. Tomar clases de economía doméstica, aprender que las niñas son de la casa y que los hombres son la principal fuente de alegría de una mujer, fueron parte de la socialización que permeó en mi adolescencia. Al igual que la descabellada idea de que “ser madre es la máxima principal para sentirte completa”.
Sin embargo, pude definir qué es ser una mujer a través de los actos de mujeres, con fuerzas titánicas, que estuvieron envueltas en mi crianza. Escuchaba a mis abuelas diariamente decirme “estudia para que nadie te jod…”.
Vi a mi madre tener cuatro hijas y, como toda madre soltera con dificultades, vestía a sus hijas con las mejores galas y regalos que podía dar, aún cuando para ella no comprara nada.
Vi a todas estas mujeres arrancar la yerba con sus manos, mezclar cemento, al igual que defender sus derechos ante injusticias, pintar su casa, ser plomeras, cocineras, lavanderas, maestras y tantas otras cosas que me hacen ser hoy quien soy.
Los discursos de estas mujeres nunca fueron cónsonos y justos con todo lo que ellas hacían. Lo mismo sucede con todas las mujeres que estudiamos, laboramos en la casa o trabajamos, en labor social, educamos y para colmo ni nosotras mismas reconocemos nuestro esfuerzo. Llegamos a estar agobiadas por ser quienes somos, validando la errática idea de que la mujer es “vaso frágil”.
No sólo esto, sino que determinamos entrar en situaciones incómodas para vernos más bellas, claro la belleza definida desde la óptica de lo inalcanzable. Ser ultra delgada, utilizar ropa y maquillaje entallado que busca hacernos lucir más sensuales.
¿Más sensuales para quién, para qué, y por qué? Nos inculcan por todos los medios de comunicación que tenemos que ser más bellas, más sofisticadas para poder ser estimadas, tanto por otras mujeres como para conquistar la mirada de un hombre.
Por eso levanto mi voz como mujer para decir “sin tacas y feliz”. No acepto la incomodidad en ningún aspecto de mi vida para ser una mujer completa. Además, invito a todas las mujeres a aprender a aceptarnos, exigir equidad en todo cuanto hacemos y deseemos. Pero sobre todo a entender que ser una mujer maravillosa no es sinónimo de torturarnos a nosotras mismas y llevarnos a límite de los imposibles. Como mujeres nuestra mayor sabiduría es ser justas con nosotras mismas.
La autora es consejera psicológica (naychaly@gmail.com)


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