Beijing es una ciudad
sorprendida, una lucha entre cuatro tiempos, desde los sagrados emperadores a
la época gloriosamente oprobiosa que le siguió, hasta Mao y sus discípulos
reformadores, desde Xiaoping a Jinping cada poder ha dejado su huella en la gran
ciudad de Oriente.
Si observas detenidamente y
abandonas los prejuicios percibirás como la antigüedad, la medianía, el
presente y el futuro se mueven en la ciudad como los estados de la materia,
sólido, líquido, gaseoso, plasma, cada uno como vectores paralelos.
Siempre gris por la
polución, producto de todo ese proceso que le ha dado a China el mote de
"zona franca del mundo" en cada espacio disponible se tiñe de verde,
en la desigual puja del aire contra el humo no hay tiempo ni espacio que
perder.
Del ladrillo al metal brillante,
de la madera al cristal vibrante, de la lenta bicicleta al rápido metro que
como topo atraviesa el sub-suelo conectando el pasado con el futuro en un ritmo
incesante que amenaza con eternizarse se mueve Beijing en cuatro tiempos.
Mientras miles de ventanas
enmarcadas en moles de hormigón muestran ropas secando al sol o una vieja
consola de aire que se multiplica miles de veces en las grises fachadas, a unos
cuantos pasos el azul del cristal templado de los modernos rascacielos refleja
todo el movimiento de una ciudad en flujo constante, histórica y moderna,
contradictoria y coherente, un yin-yang urbano cuya lectura requiere un gran
esfuerzo mental.
De la fantástica y
futurística ciudad olímpica a la eterna y antigua ciudad amurallada Beijing te
atrapa y te sacude, de los mercados populares al moderno centro financiero y de
ahí a la magnífica Plaza de Tiananmen vas a sentir como desde el Emperador Qin
hasta el gran líder Mao todos te miran, en Beijing serás un extraño perpetuo,
pero siempre querrás volver...
Arq. Geraldo Fernández
14 de Julio 2017
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